Entrevista a... Carlos Echeverría

El profesor de Relaciones Internacionales y Vicedecano de Investigación y Doctorado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, Carlos Echeverría, analiza en esta entrevista la situación de España ante la amenaza yihadista, prestando especial atención a su carácter simbólico, lo que le otorga un especial lugar en la propaganda del islamismo radical.


Guía contra el yihadismo

La caída de Mosul (Irak), y la previsible derrota del Daesh en Raqqa (Siria), suponen un punto de partida simbólico de lo que muchos creen que puede ser el principio del fin del autodenominado Estado Islámico. Sin embargo, o precisamente por ello, muchas voces apuntan a la necesidad de aprender de los errores que han permitido el surgimiento de un movimiento tan aterrador como el Daesh para evitar que pueda volver a repetirse.

Es el caso de Hana Jaloull, profesora asociada de la  Universidad Carlos III, que recientemente ha hecho un repaso de las principales políticas -tanto a nivel europeo como español y local- para la prevención del radicalismo y por la desradicalización.

Lo primero que reseña Jaloull es que "la politización del islam, lo que se denomina islamismo o islam político, surge en el siglo XX y no tiene precedente en la historia islámica". Para la autora, este proceso se debe a una concurrencia de factores como la inestabilidad en el mundo árabe y el sectarismo -sobre todo por el enfrentamiento entre suníes y chiíes-, que va en aumento.

Al tiempo que señala que los gobiernos de los países árabes deben cooperar con Occidente y, en concreto, con la Unión Europea en materia de prevención y desradicalización, Jalloul asegura que la batalla de Occidente, que califica de "ardua", es "desmontar los discursos de las formaciones islamistas radicales que imponen la visión de una sharia interpretada de una manera determinada, que poco tiene que ver con lo que es la sharia".

Jalloul reconoce la existencia de medidas a nivel europeo -las Countering Violent Extremism (CVE), manuales como el del Institute for Strategic Dialogue e instituciones como The Radicalisation Awareness Network- y nacional -la web del Gobierno francés Stop djihadisme o el 'Plan estratégico nacional de lucha contra la radicalización violenta' de España-, pero propone una suerte de 'Guía contra el yihadismo', tanto para la prevención de la radicalización como para la ejecución de la desradicalización:

  • Distinguir entre los partidos y movimientos islamistas moderados y los radicales: de acuerdo con la autora, "los movimientos islámicos, aquellos que son apolíticos, no son islamistas, no creen en la instauración de ningún tipo de estado islámico, sólo se dedican a la predicación".
  • Proyectos educativos que ayuden a contextualizar, definir y diferenciar la terminología de este fenómeno: se trata de aclarar términos como extremismo, yihadismo, yihad, radicalización, islamismo, islámico, salafismo, wahabismo... La autora advierte de que los medios de comunicación muchas veces yerran en su uso.
  • Deconstruir el discurso radical utilizando la metodología jurídica de la jurisprudencia islámica: la profesora considera muy útil el uso de terminología como iytihad, el mecanismo legal-racional de las fuentes de la sharia para adaptar la ley islámica y la jurisprudencia a las situaciones actuales. Eso sí, advierte de que debe ser mediante "personal cualificado", pues "el islam es más una llamada religiosa y moral que un código jurídico".
  • Conocer la historia de la organización política y de su teoría en el islam: Jalloul cree que deben separarse las esferas política y legal en los califatos suníes y en el chií, aunque establece excepciones -el primer califato para el suní, el fatimí para el chií y el del wilayat al faquih de Jomeini para los duodecimanos-. Según su tesis, hay una reinvención de la tradición mediante la creencia de un Estado islámico que pretende imponer la sharia. Sin embargo, recuerda que "la sharia no tiene por qué ser la ley del Estado, sí puede ser la de los musulmanes, que pueden vivir su religión en el espacio de cualquier estado-nación".
  • Proyectos entre el Estado y las comunidades islámicas: deberían ir orientados, a su entender, a tratar los temas anteriormente mencionados con currículos específicos. El objetivo para la profesora es "deslegitimar la falsa conciencia del choque de civilizaciones". Desde las mezquitas debe concienciarse de "la sinrazón" de quienes dejan a sus familias para luchar junto al Daesh y usar precisamente a la familia -"tiene un valor cardinal en el islam"- como principal argumento para luchar contra estas prácticas calificándolas de "antiislámicas" por el abandono.
  • Grupos de trabajo de mujeres musulmanas y no musulmanas: la autora considera que prohibiciones como la de llevar el velo consiguen en muchos casos el efecto contrario, por lo que es necesario generar un "intercambio de experiencias" para "luchar contra los estereotipos".
  • El derecho de la mujer: fomentar programas que traten el derecho de la mujer en el islam.
  • La no estigmatización: que no se dé por el mero hecho de tener un nombre árabe o ser musulmán. Jalloul recuerda: "No todos los árabes son musulmanes y no todos los de origen musulmán creen en el islam".
  • Información sobre la vida en los países árabes: la profesora cree muy necesario generar programas que ayuden a entender el día a día de países como, por ejemplo, Siria, "país en el que si hubiera paz se habría evitado el desplazamiento de millones de personas a causa de la guerra, entre otras cosas porque la mayoría no quiere salir de su país". En este sentido, enlaza directamente con la necesidad de informar sobre la realidad de los refugiados: que el número de acogidos es mínimo en comparación con países como Líbano, Turquía o Jordania; que su situación es crítica en lugares como Lesbos; etcétera.

En todo este proceso, Hana Jalloul señala como capital la actuación de gobiernos e instituciones, pero sobre todo de la sociedad civil, cuya labor es necesaria "para la implantación de medidas con el objetivo de prevenir el radicalismo, la desradicalización, fomentar la inclusión, evitar la exclusión y la frustración, y luchar contra el terrorismo".


Tres años de Estado Islámico en Occidente: terroristas locales sin vínculos directos con Daesh

La toma de Mosul ha supuesto una derrota militar cuya carga simbólica ha hecho que muchos hablen del fin del Califato del Estado Islámico poco después de que se hayan cumplido tres años de su proclamación. Su expansión territorial permitió al Daesh controlar un vasto territorio entre Siria e Irak pero, desde aquel 29 de junio de 2014, han ido perdiendo cada vez más terreno.

Muchos expertos vaticinan que la derrota militar del Daesh no supondrá ni mucho menos su desaparición y apuntan a sus acciones terroristas en Occidente, tanto directas como las perpetradas por aquellos que encuentran inspiración en el IS y le juran lealtad sin haber llegado a tener contacto con la organización, como el nuevo campo de batalla del Daesh.

Recientemente ha visto la luz el informe  ‘Fear Thy Neighbor. Radicalization and Jihadist Attacks in the West’ (Temer al vecino. Radicalización y ataques yihadistas en Occidente), fruto de la colaboración entre el Programa sobre Extremismo de la universidad George Washington y el think tank con sede en La Haya International Centre for Counter-Terrorism (ICCT). Este trabajo de Lorenzo Vidino, Francesco Marone y Eva Entenmann analiza las acciones terroristas ligadas al IS en Occidente, tanto en Europa como en Norteamérica, y arroja unos datos de sumo interés.

Los autores del informe han identificado 51 ataques terroristas en Occidente relacionados con el Daesh, que fueron ejecutados por 65 terroristas. Pese a tratarse de un número elevado de ataques, sus ejecuciones se han concentrado en sólo 8 países. Francia encabeza esta lista del terror con 17 atentados, seguida de Estados Unidos (16), Alemania (6), Reino Unido (4), Bélgica (3), Canadá (3), Dinamarca (1) y Suecia (1). Es decir, el 63% de los atentados fue en suelo europeo; el resto, en estadounidense.

Como resultado de estos ataques, murieron asesinadas 395 personas y resultaron heridas 1.549. La media es de 7,7 asesinados por atentado, aunque en la práctica hay un gran desequilibrio: en los 17 atentados que sufrió Francia murieron 239 personas, mientras que en los 16 de Estados Unidos fallecieron 76.

En cuanto al perfil del terrorista, uno de los datos más contundentes es el de su origen. El 73% era originario del país en el que ejecutó el ataque el 14% tenía los papeles de residencia en regla, el 6% no tenía papeles y sólo el 5% tenía o había solicitado el estatus de refugiado. La media de edad de los terroristas era de 27,3 años y fueron mayoritariamente hombres: apenas el 2% de los 65 atacantes era mujeres.

Respecto a la motivación, también resultan interesantes los datos que ofrece el informe. El 63% de los terroristas había mostrado antes o durante el ataque su lealtad a grupos yihadistas, principalmente al Daesh. Sin embargo, el porcentaje de quienes tenían un vínculo claro con este tipo de organizaciones es del 42%. En un 26% de los casos, los terroristas actuaron influidos por el autodenominado Estado Islámico, mientras que el 66% de los atentados fue obra de atacantes que actuaron de forma independiente, aunque mantuvieran algún tipo de conexión con el radicalismo.


“España está en el punto de mira del yihadismo internacional y las referencias a Al Andalus aparecen continuamente en su propaganda”

El investigador de la Fundación Heritage con sede en Washington, DC, y experto en Geopolítica, James Roberts,  impartió esta semana en Madrid un seminario organizado por el Instituto de Seguridad y Cultura en el que analizó la amenaza yihadista y cómo las democracias pueden hacer frente a la misma.

En este sentido, Roberts señaló que el islamismo radical es un problema que comparten las democracias occidentales y “que deben afrontar de forma conjunta”. Por ello, reclamó “responsabilidad a los dirigentes políticos, porque la amenaza yihadista ha aumentado notablemente con atentados en suelo europeo y estadounidense, y con un estado permanente de alarma”.

Sobre esto, recordó que "España está en el punto de mira del yihadismo y Al Andalus aparece continuamente en los mapas propagandísticos del radicalismo islámico", señaló.

Por ello, Roberts quiso poner de relieve la necesidad de tratar este problema con claridad: "En Estados Unidos se insiste mucho en la necesidad de hablar sin cortapisas", aseguró, enfatizando que se debe "expresar la oposición a estas campañas propagandísticas, huyendo de la corrección política y valorando como es debido la amenaza que se esconde tras estos movimiento reivindicativos".

"Hay que frenar con la ley en la mano los intentos de introducir propaganda de corte islamista radical que ataca los valores judeocristianos en Occidente", enfatizó Roberts.

La Fundación Heritage es el think tank estadounidense más influyente y en la actualidad ejerce de laboratorio de ideas para el Gobierno de Estados Unidos. Sus áreas de actuación son la libertad económica y de empresa, la libertad individual, una política de seguridad fuerte y la promoción de los valores estadounidenses tradicionales.