La caída de Mosul (Irak), y la previsible derrota del Daesh en Raqqa (Siria), suponen un punto de partida simbólico de lo que muchos creen que puede ser el principio del fin del autodenominado Estado Islámico. Sin embargo, o precisamente por ello, muchas voces apuntan a la necesidad de aprender de los errores que han permitido el surgimiento de un movimiento tan aterrador como el Daesh para evitar que pueda volver a repetirse.
Es el caso de Hana Jaloull, profesora asociada de la Universidad Carlos III, que recientemente ha hecho un repaso de las principales políticas -tanto a nivel europeo como español y local- para la prevención del radicalismo y por la desradicalización.
Lo primero que reseña Jaloull es que «la politización del islam, lo que se denomina islamismo o islam político, surge en el siglo XX y no tiene precedente en la historia islámica». Para la autora, este proceso se debe a una concurrencia de factores como la inestabilidad en el mundo árabe y el sectarismo -sobre todo por el enfrentamiento entre suníes y chiíes-, que va en aumento.
Al tiempo que señala que los gobiernos de los países árabes deben cooperar con Occidente y, en concreto, con la Unión Europea en materia de prevención y desradicalización, Jalloul asegura que la batalla de Occidente, que califica de «ardua», es «desmontar los discursos de las formaciones islamistas radicales que imponen la visión de una sharia interpretada de una manera determinada, que poco tiene que ver con lo que es la sharia«.
Jalloul reconoce la existencia de medidas a nivel europeo -las Countering Violent Extremism (CVE), manuales como el del Institute for Strategic Dialogue e instituciones como The Radicalisation Awareness Network– y nacional -la web del Gobierno francés Stop djihadisme o el ‘Plan estratégico nacional de lucha contra la radicalización violenta’ de España-, pero propone una suerte de ‘Guía contra el yihadismo’, tanto para la prevención de la radicalización como para la ejecución de la desradicalización:
- Distinguir entre los partidos y movimientos islamistas moderados y los radicales: de acuerdo con la autora, «los movimientos islámicos, aquellos que son apolíticos, no son islamistas, no creen en la instauración de ningún tipo de estado islámico, sólo se dedican a la predicación».
- Proyectos educativos que ayuden a contextualizar, definir y diferenciar la terminología de este fenómeno: se trata de aclarar términos como extremismo, yihadismo, yihad, radicalización, islamismo, islámico, salafismo, wahabismo… La autora advierte de que los medios de comunicación muchas veces yerran en su uso.
- Deconstruir el discurso radical utilizando la metodología jurídica de la jurisprudencia islámica: la profesora considera muy útil el uso de terminología como iytihad, el mecanismo legal-racional de las fuentes de la sharia para adaptar la ley islámica y la jurisprudencia a las situaciones actuales. Eso sí, advierte de que debe ser mediante «personal cualificado», pues «el islam es más una llamada religiosa y moral que un código jurídico».
- Conocer la historia de la organización política y de su teoría en el islam: Jalloul cree que deben separarse las esferas política y legal en los califatos suníes y en el chií, aunque establece excepciones -el primer califato para el suní, el fatimí para el chií y el del wilayat al faquih de Jomeini para los duodecimanos-. Según su tesis, hay una reinvención de la tradición mediante la creencia de un Estado islámico que pretende imponer la sharia. Sin embargo, recuerda que «la sharia no tiene por qué ser la ley del Estado, sí puede ser la de los musulmanes, que pueden vivir su religión en el espacio de cualquier estado-nación».
- Proyectos entre el Estado y las comunidades islámicas: deberían ir orientados, a su entender, a tratar los temas anteriormente mencionados con currículos específicos. El objetivo para la profesora es «deslegitimar la falsa conciencia del choque de civilizaciones». Desde las mezquitas debe concienciarse de «la sinrazón» de quienes dejan a sus familias para luchar junto al Daesh y usar precisamente a la familia -«tiene un valor cardinal en el islam»- como principal argumento para luchar contra estas prácticas calificándolas de «antiislámicas» por el abandono.
- Grupos de trabajo de mujeres musulmanas y no musulmanas: la autora considera que prohibiciones como la de llevar el velo consiguen en muchos casos el efecto contrario, por lo que es necesario generar un «intercambio de experiencias» para «luchar contra los estereotipos».
- El derecho de la mujer: fomentar programas que traten el derecho de la mujer en el islam.
- La no estigmatización: que no se dé por el mero hecho de tener un nombre árabe o ser musulmán. Jalloul recuerda: «No todos los árabes son musulmanes y no todos los de origen musulmán creen en el islam».
- Información sobre la vida en los países árabes: la profesora cree muy necesario generar programas que ayuden a entender el día a día de países como, por ejemplo, Siria, «país en el que si hubiera paz se habría evitado el desplazamiento de millones de personas a causa de la guerra, entre otras cosas porque la mayoría no quiere salir de su país». En este sentido, enlaza directamente con la necesidad de informar sobre la realidad de los refugiados: que el número de acogidos es mínimo en comparación con países como Líbano, Turquía o Jordania; que su situación es crítica en lugares como Lesbos; etcétera.
En todo este proceso, Hana Jalloul señala como capital la actuación de gobiernos e instituciones, pero sobre todo de la sociedad civil, cuya labor es necesaria «para la implantación de medidas con el objetivo de prevenir el radicalismo, la desradicalización, fomentar la inclusión, evitar la exclusión y la frustración, y luchar contra el terrorismo».