La derrota militar de Daesh en Siria está abriendo paso a una segunda etapa en la lucha contra la amenaza yihadista que representan los miles de combatientes extranjeros que abandonaron sus países de origen y/o residencia para sumarse a las filas del Estado Islámico en territorio sirio e iraquí.
De acuerdo con el Informe de Seguridad Nacional 2018, publicado recientemente, en ambos territorios había entre 17.000 y 18.000 combatientes del Estado Islámico, de los cuales 3.000 eran de origen extranjero. De acuerdo con fuentes de inteligencia policial, 237 combatientes extranjeros son españoles o tienen la residencia. De ellos, 61 habrían muerto, 45 regresado y 131 permanecerían en Oriente Medio. Las mismas fuentes cifran en 26 el número de mujeres, entre las que se encontrarían las tres españolas recientemente identificadas junto a sus hijos en un campo de detención controlado por milicias kurdas. La controversia ahora gira entorno a cómo manejar su regreso. ¿Debe juzgarse a estas mujeres por pertenencia a grupo terrorista? Algunos expertos señalan que no son víctimas pues recibieron entrenamiento y han sido radicalizadas.
El resto es para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los servicios de información, que deberán llevar a cabo un trabajo minucioso de identificación y control de estos sujetos para evitar que entren en el territorio español con identidades falsas. En este sentido, la cooperación entre las fuerzas policiales y de inteligencia de los estados miembros del espacio Schengen se antoja fundamental.
Sin embargo, muchos expertos señalan que, aunque Daesh haya perdido el control del territorio en Siria e Irak, esto no tiene que implicar un regreso masivo a Europa de estos combatientes extranjeros. Muchos se están desplazando a otras zonas de conflicto como Afganistán, en el área cercana, y el Sahel, como área de expansión del yihadismo radical.