Agentes de la Guardia Civil durante la ‘operación Escribano, el pasado 2 de octubre. | G.C.

 

«En los dos o tres próximos años vamos a ver la salida de un importante número de radicales, que siguen siendo tanto o más radicales que cuando entraron en prisión». Esta afirmación de Manuel Torres resume el que, a juicio de este experto en Terrorismo, miembro del Consejo Asesor sobre Terrorismo y Propaganda del Centro Europeo de Lucha contra el Terrorismo (ECTC) de Europol, es, junto al regreso a Europa de los llamados ‘combatientes extranjeros’, la principal amenaza a corto plazo que afronta el viejo continente.

En una entrevista con la agencia Efe, Torres, que forma parte del Consejo Académico del Instituto de Seguridad y Cultura, apunta que el gran desafío es precisamente controlar qué ocurre en el interior de las prisiones, un foco muy problemático en relación con los procesos de radicalización yihadista.

El reto, en opinión de este experto, es «incentivar el desenganche de esos radicales o, al menos, su renuncia a implicarse en nuevos actos de terrorismo». Lo cierto, según apunta, es que «cada vez se es más pesimista en cuanto a la capacidad de desradicalizar» y se trabaja más desde un mayor pragmatismo con el objetivo de que, pese a seguir siendo «radicales en cuanto a sus ideas, eso no se traduzca necesariamente en actos».

Los datos no son muy halagüeños. Sólo en Francia se habrá puesto en libertad a medio millar de terroristas en 2020. Los cálculos son que esos 500 terroristas podrían haber radicalizado a otras 1.500 personas. Aunque los datos en España son mucho más reducidos -el número de presos que encajarían en este perfil es de medio centenar- la alerta existe, como puso en evidencia la ‘operación Escribano’ ejecutada el pasado 2 de octubre por la Guardia Civil en cárceles españolas.