El Sahel, territorio africano al que muchas veces se hace referencia como la puerta de atrás de Europa, se ha consolidado como el principal teatro de operaciones de grupos islamistas. De acuerdo con un informe del Africa Center for Strategic Studies (ACSS), un think tank dependiente del Departamento de Defensa de Estados Unidos, la actividad de estos grupos terroristas se incrementó exponencialmente a lo largo de 2018, pasado de 144 a a 322 ataques, que dejaron 611 asesinados frente a los 322 de 2017.
Todo ello, mientras en el conjunto del continente africano se produjo la tendencia contraria: el número de víctimas por terrorismo islamista descendió un 12%, lo que consolida una tendencia iniciada tres años antes, como consecuencia del descenso en la actividad terrorista de grupos como Boko Haram (35% menos), Al Shabaab (15% menos) y Estado Islámico (21% menos).
El Sahel en cambio continúa siendo una zona de desarrollo terrorista como refleja la «rápida expansión desde el norte y el centro de Malí a partes de Burkina Faso y Níger» de grupos islamistas, de acuerdo con el ACSS. De hecho, en Burkina Faso se pasó de 24 asesinados en 2017 a 136 en 2018, al tiempo que en Níger se multiplicó por cinco el número de asesinados.
Estos datos no hacen sino ahondar en la preocupante situación que vive un territorio en el que Europa lleva tiempo fijando su atención ante el peligro que supone para sus intereses en materia de seguridad. Hace un año ya detallábamos el despliegue militar europeo en la zona bajo distintas banderas para intentar controlar y estabilizar el Sahel, despliegue que a buen seguro continuará algún tiempo.