El pasado 22 de octubre Joaquín Echeverría Alonso inauguró la primera sesión del Foro Ignacio Echeverría. Por su interés, reproducimos a continuación sus palabras:
«Buenos días, señor embajador, autoridades, señoras y señores, me siento en la obligación de hablar aunque la realidad es que lo único que me puede autorizar a decir unas palabras, es la paternidad que ostento de mi hijo: Ignacio Echeverría Miralles de Imperial.
Quisiera dar las gracias al Instituto de Seguridad y Cultura por usar el nombre de Ignacio Echeverría para este almuerzo coloquio.
Si él estuviera vivo, no tendrían sentido mis palabras dirigidas a autoridades en la materia. Pero como quiera que, desgraciadamente, Ignacio murió haciendo algo tan sorprendente, como excepcional, me siento obligado con él y su memoria. Por otro lado, lamento que no esté aquí mi amigo, el comisario Rafael Martínez López, por su conocimiento en la materia del mundo yihadista.
Percibo que el terrorismo es un gran problema para Occidente y no menos para otras sociedades, que están sufriendo la tragedia del terrorismo de un modo mucho mayor; aunque creo que, en otros lugares, enmascara unas luchas de poder que incluyen todo tipo de comercio, incluido el de mercancía humana.
El terrorismo yihadista, que afecta a Europa y se manifiesta, en general, como ataques de individuos, con cuchillos o con vehículos que aterrorizan a la población, no es un fenómeno nuevo, pues la palabra sicario tiene unos 2000 años de antigüedad y alude a atentados durante la dominación romana del Oriente Próximo y el movimiento terrorista de los zelotes acabó con su autodestrucción.
El Viejo de la Montaña, hace 1000 años, se rodeó de jóvenes terroristas, jóvenes bien instruidos -me recuerdan a los de las torres gemelas-, que mantuvieron aterrorizados a los príncipes de la zona del Oriente Próximo, con sus crímenes y que dieron lugar a la palabra asesino, veían el paraíso cuando tomaban hachis. Tampoco acabó hasta la toma de su castillo y su destrucción.
Vemos pues que el terrorismo yihadista no es algo exclusivo de este siglo, de España o de El Reino Unido, sino que es un fenómeno mundial.
España tiene unos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado fuertemente entrenadas en combatir el terrorismo, aunque también es cierto que ese entrenamiento está basado en la persecución de un terrorismo interno, y ahora estamos hablando de un terrorismo inspirado desde fuera del país.
Conozco mucho menos a la Gran Bretaña, sé que también han tenido una historia muy triste de presión terrorista, que también estaba inspirada desde dentro del propio país.
En cualquier caso, creo que tanto Gran Bretaña como España, han sido poco comprendidas, y han sentido poco la solidaridad de otros países, cuando sufrieron la lacra del terrorismo.
Sé lo mucho que ignoro, pero creo que el terrorismo yihadista es una guerra, una guerra que nos declaran desde el exterior, aun cuando los terroristas puedan ser nacidos y criados en nuestros países, pero su inspiración no es nacional, es de inspiración exterior.
En mi opinión, los movimientos terroristas juegan con la ventaja de los mecanismos que facilitan el movimiento de capitales, y ese movimiento de capitales descontrolado les permite dificultar el seguimiento de sus transacciones fraudulentas.
Ahora me toca a hablar de mi hijo Ignacio, aunque en esto tampoco soy una autoridad porque nadie conoce totalmente a nadie y él, en muchas ocasiones, me dio sorpresas con su forma de entender algunas cosas; tanto, que tuve que reconocer mis errores y mis prejuicios y escuchar e interiorizar sus aseveraciones.
A Ignacio se le describió como un joven, pero tenía 39 años, había rodado por el mundo laboral con aciertos y tropiezos. Creo que era un verdadero entendido en aspectos legales de Complying y persecución del blanqueo de capitales. Pero lo que yo creo que lo hacía singular, es que sabía que las personas tenemos responsabilidad en la defensa de la Sociedad, con independencia de cuál sea nuestro puesto en ella. Él estaba dispuesto a cumplir con su responsabilidad jugándose su puesto de trabajo si era necesario. Además, pudimos comprobar desgraciadamente, que también era capaz de arriesgar su vida por mantener esa responsabilidad y comportarse con dignidad. Creo que su bondad y generosidad era su mejor valor.
Sé que no podemos pedir a nuestros jóvenes el ejercicio de su responsabilidad hasta los límites en que lo hizo Ignacio, pero sí tenemos que transmitir que debemos ser responsables en todo momento y que nuestra obligación con la Sociedad debe estar regida por esa bondad y generosidad.
Aunque parezca que lo que voy a decir no tiene relación con la prevención del terrorismo, creo que debemos orientar a nuestros niños y jóvenes hacia su responsabilidad en las relaciones con los demás; la educación debe orientar las buenas conductas.
En los centros de formación se debe educar para evitar el bullying en los colegios o las novatadas en la juventud. Apoyar o consentir ese rito de iniciación o ese acoso, usando la tradición, es una vileza. Creo que en la sociedad está surgiendo una cierta preocupación con esas aberraciones que degradan a la persona a la que se somete a esas prácticas. Huelga señalar los problemas que ocasionan a la persona la práctica del acoso laboral, que es la forma más innoble de comportamiento que adoptamos los adultos, sin olvidar el abuso machista.
Pudiera parecer que las practicas que degradan al ser humano no tienen relación con la amenaza yihadista. Pero en una sociedad más armónica, en la que no hubiera nadie excluido, o destruido por el acoso de los demás, se llegaría a reducir la cantidad de gente que pudiera ser usada como sujeto de causas malvadas. Para las personas que sienten el fracaso o que se sienten ninguneadas o resentidas, incorporarse a una banda de adolescentes o, mejor, a alguna causa terrorista puede hacer que se sientan triunfadoras, además de constituir un modo de obtener el sustento para sus vidas.
Para concluir, permítanme insistir en que mi hijo escogió ejercer su responsabilidad social al límite, haciendo algo que muy pocos humanos habríamos sido capaces de hacer, muriendo por salvar a los demás. Pero la sociedad no nos puede exigir llegar tan lejos. Creo que con que cada uno, en su vida cotidiana, en la práctica de su ocio o su negocio, ejerciera la responsabilidad de mejorar un poquito la sociedad, nuestra sociedad, evitando el bullying, las novatadas, el machismo o el acoso en general, sería suficiente para tener una sociedad más fuerte y, por tanto, más resistente al terrorismo yihadista.
Muchas gracias por escucharme y hasta aquí lo que puedo decir como reflexión personal.»
Joaquín Echeverría Alonso