Por su interés, reproducimos la tribuna publicada por Carlos Echeverría Jesús, miembro del Consejo Académico del Instituto de Segurida dy Cultura y profesor de Relaciones Internacionales de la UNED, en el diario El Mundo el 4 de febrero.

Tratemos de Al Ándalus con rigor y responsabilidad

Toda pedagogía que hagamos sobre un largo y complejo período de nuestra historia, y de la de Portugal, como es el tiempo de Al Ándalus, es no solo necesaria sino cada vez más urgente dado el profundo desconocimiento que sobre el mismo existe en algunos círculos.

La invasión de la península ibérica iniciada el 28 de abril de 711 por fuerzas árabes y por bereberes recientemente islamizados fue eso, una invasión, y aunque haya pasado tanto tiempo desde entonces se hace necesario el volver a ello en términos de riguroso esfuerzo tanto de contextualización como de explicación de sus consecuencias. Tan solo cien años antes de dicho acontecimiento la tradición musulmana sitúa en el año 610 la revelación del Corán a Mahoma por el arcángel Gabriel en las cercanías de La Meca. Quiere ello decir que, y bueno es tener cerca un mapa para darse cuenta de la importancia del proceso aquí expuesto, que en aproximadamente un siglo el Islam se había expandido – aparte de hacia las demás latitudes – en dirección oeste imponiéndose por fuerzas árabes, y no sin resistencia enconada de bizantinos y de bereberes que entonces poblaban las tierras norteafricanas, hasta la orilla sur del Estrecho de Gibraltar.

Su expansión también sería rápida en la península ibérica y en tan solo cuatro años ya había llegado hasta el norte de la misma, y en el año 735 fue frenada ya en tierras francesas por Carlos Martel en Poitiers. La resistencia de este y la de pueblos hispánicos varios del norte de la península es el embrión de esa Reconquista de la que algunos, no se sabe muy bien por qué se avergüenzan, cuando fue una resistencia legítima a la imposición violenta de una fe y de una cultura ajena a lo que era lo cotidiano en los pueblos peninsulares. Tres siglos después y en clave también de Reconquista, pero esta vez de tierras cristianas muy emblemáticas como era Tierra Santa, arrancaría en 1095 desde suelo francés el proceso de las Cruzadas.

De la Reconquista y de las Cruzadas abominan algunos analizando desde la actualidad procesos y acontecimientos de hace un milenio, mostrando con ello no solo desconocimiento sino también profunda y escandalosa incoherencia pues defienden libertades e invocan derechos que nunca se hubieran llegado a disfrutar si aquellos capítulos de nuestra historia no hubieran sido los que fueron. Además esa idealización de Al Ándalus en términos de paraíso de la convivencia entre culturas y civilizaciones – refiriéndose alegremente a las tres religiones del Libro – no solo es ingenuo sino que además, y de ahí su peligro, se hace eco de la peligrosa propaganda que desde hace mucho tiempo actores estatales y no estatales se esfuerzan en diseminar en su esfuerzo reivindicatorio falto de toda razón y rechazable en términos de responsabilidad.

Empezando por los actores más peligrosos que reivindican Al Ándalus y se aprovechan de ingenuidades y de irresponsabilidades de algunos con discursos como los que se lanzan contra la Mezquita-Catedral de Córdoba, tenemos a actores terroristas de matriz yihadista que hacen del mismo un banderín dinamizador de su combate por doquier. La afirmación inaceptable según la cual cualquier tierra otrora fecundada por el Islam debe de volver a él es defendida por los terroristas con su verbo y con sus armas. Pero el tema no se queda ahí sino que tal axioma es también defendido por actores estatales y no estatales que, sin utilizar la violencia física en su reivindicación, están alimentando con argumentos adicionales los de aquellos y tratando de alterar la seguridad de países y de regiones. Es esta la primera llamada de atención que debemos de lanzar a ingenuos e irresponsables que idealizan a Al Ándalus y que demonizan a quienes combatiéndolo con las reglas y medios de la época consiguieron acabar no sin gran esfuerzo con aquella realidad.

Recordemos que ese Al Ándalus idealizado no fue solo tierra de poetas y de artistas, que sin duda también lo fue, sino que en él se produjeron dos invasiones posteriores, la de los almorávides primero en el siglo XI y la de los almohades después en el siglo XIII. Ambos actores vinieron a la península desde tierras magrebíes y sahelianas, cruzando de nuevo el Estrecho, para enderezar un Islam que según ellos estaba perdiendo parte de su vigor. Como vemos, la realidad de las invasiones se iba repitiendo y la necesidad de intensificar la Reconquista para contrarrestarla también. Puro proceso histórico a analizar en su contexto, y que incluyó dinámicas similares a las producidas en otras latitudes del mundo pero donde felizmente no se hacen necesarios esfuerzos pedagógicos como el que estamos desarrollando aquí.

Y mezclando pasado y presente, pero en clave de rigor y de responsabilidad y no de frivolización y de debilitamiento, recordemos que una de esas invasiones ya más reciente en el tiempo como fue la de los almorávides a fines del siglo XI es hoy en día evocada por peligrosos actores terroristas como son la amalgama de grupos que, bajo el estandarte de Al Qaeda y denominándose Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, constituyen hoy una de las principales amenazas a la seguridad de millones de personas en la subregión del Sahel Occidental. Dicho grupo evoca la batalla de Sagrajas, o Zallaqa, librada en 1086 en tierras del entonces emirato de Badajoz y que permitió una gran victoria a las tropas almorávides en un avance que nada tiene que ver con la supuesta convivencia modélica entre culturas y civilizaciones.