La idea sobre la creación de un ejército europeo resurge cada pocos años. En 2018, el eje franco-alemán, liderado por Emmanuel Macron y Angela Merkel, ha vuelto a poner sobre la mesa el debate tras el crecimiento del euroescepticismo en el seno de la Unión. Un ejército europeo supondría un gran avance en el proyecto de integración europea, pero hay demasiados interrogantes, entre ellos qué tipo de configuración tendría: un cuerpo de ejército europeo controlado por las instituciones europeas no es lo mismo que una coalición de cuerpos de ejércitos europeos sometida a la soberanía de cada Estado.

El Tratado de Lisboa, firmado en 2007 tras el fracaso del proyecto de Constitución Europea, incluyó el concepto de Política Común de Seguridad y Defensa que, como su propio nombre indica, es común pero no única, lo que implica que no existe una política de Defensa única a nivel europeo sino que los Estados miembros siguen diseñando sus propias políticas sobre la materia.

Desde entonces, se han producido algunos avances: en 2017, se estableció la Cooperación Estructurada Permanente, cuyo objetivo es profundizar en la cooperación en materia de Defensa entre los Estados miembros que tengan la capacidad y el deseo de avanzar en esta dirección. Actualmente todos los Estados miembros, a excepción de Dinamarca, Reino Unido y Malta, han decidido adherirse a la Cooperación Estructurada Permanente.

Un elemento esencial para continuar con la integración en materia de Seguridad y Defensa es la financiación. Este año se ha incluido por primera vez una partida dirigida la industria de Defensa en el presupuesto general de la UE, lo que fija un primer paso. Cierto es que no se trata de una partida para el gasto militar sensu stricto del término pero es relevante toda vez que se ha creado un fondo de 500 millones de euros con el fin de fomentar la cooperación y mejorar la competitividad de la industria de Defensa europea frente al predominio de la estadounidense.

A día de hoy, la Unión Europea cuenta con 10 misiones civiles y seis misiones y operaciones militares en Bosnia Herzegovina, el Mediterráneo central, Somalia, Mali, la República Centroafricana y el Océano Índico. Cabe resaltar que España participa en todas las misiones militares. Pero siguen siendo los Estados miembros los que deciden unilateralmente si participan en dichas misiones, aportando tropas propias que operan bajo bandera de la UE. Resulta evidente que un cuerpo de ejército europeo, con un entrenamiento y estructura común, facilitaría el desarrollo de estas misiones en el extranjero y la puesta en marcha y afianzamiento de una política exterior común europea.