«Rusia es coherente, mantiene una estrategia de manera sostenida desde hace décadas; lo que ha cambiado es que, desde hace unos años, sus operaciones de influencia son más agresivas y tiene una mayor tolerancia al riesgo«. De esta manera describió Manuel R. Torres las actividades de desinformación impulsadas desde Rusia, como un continuum en el que «este tipo de operaciones nunca se han visto interrumpidas» pero que ahora Moscú «lleva a cabo de manera desacomplejada, hasta el punto de haber intentado influenciar algo tan sensible como el proceso electoral de otros países«.

Este profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla ha coordinado el libro #Desinformación. Poder y manipulación en la era digital, coeditado por el Instituto de Seguridad y Cultura junto a la editorial Comares, que se presentó el pasado 26 de noviembre en la Asociación de la Prensa de Madrid. Un acto que contó con la presencia del propio Manuel R. Torres, de Carlos Echeverría, coautor de la obra; y de Miguel Ángel Ballesteros, director del Departamento de Seguridad Nacional, que en su disertación incidió en las tres características que hacen peligrosa la desinformación: «Se trata de una propaganda participativa, capaz de evitar la disonancia y, lo que es aún más importante, con gran capacidad de persistencia del mensaje».

En la presentación, Torres incidió en que «la desinformación no plantea novedad alguna, la manipulación de la información ha formado parte de las relaciones entre Estados a lo largo de la historia». Por el contrario, «el elemento disruptivo es la enorme efectividad que pueden adquirir estas acciones proyectadas en internet», algo que ha derivado en «una democratización del acceso a unos recursos que hace unas décadas eran del dominio exclusivo de unos pocos Estados». Un fenómeno que a su vez ha generado lo que podría denominarse Paradoja de la desinformación: «Que incluso las campañas peor diseñadas pueden beneficiarse de la eficacia de los mejores algoritmos del momento«.

Esta paradoja ha permitido que muchos actores cuenten con una herramienta de injerencia que multiplica exponencialmente su acción e influencia, independientemente de su capacitación técnica. Y es que, como puso de manifiesto Carlos Echeverría, existen otras parcelas donde las campañas de manipulación informativa e injerencia juegan un elemento fundamental en la construcción de discursos, como es el caso del islamismo radical y el terrorismo yihadista.

«Cada vez que se evoca o se nombra algo relacionado con Al Ándalus, Granada, Sevilla, Málaga, Murcia o Zaragoza, entre muchos otros, se está señalando dónde hay que intensificar la labor de diseminación del islam», remarcó este experto, subdirector del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, quien insistió en que estos discursos «tienen una dimensión de injerencia redoblada«.

En este caso, además, existe una dualidad en cuanto a los actores implicados. Por un lado, incidió Echeverría, grupos terroristas con menciones directas a Al Ándalus, «desde Ayman Al Zawahiri [Al Qaeda] hasta Al Qaeda del Magreb Islámico, Al Shabab o, más recientemente y con gran reiteración, el Estado Islámico». Y, por otro, «herramientas varias de propaganda y de predicación o Dawa instrumentalizadas por países del Golfo o Irán«.

En relación con esto, Echeverría remarcó que «Qatar es un país particularmente activo, pues tiene múltiples herramientas de comunicación y una actitud particularmente incisiva». En cualquier caso, «Qatar no es el único«; es más, este profesor de Relaciones Internacionales puso de manifiesto que «la rivalidad entre países musulmanes con fondos y ambiciones la pagamos aquí, pues redoblan los esfuerzos, desde diversos frentes, para fortalecer su presencia e influencia».

El libro, en el que se abordan las doctrinas militares que alimentan la «guerra informativa», ejemplos de cómo Rusia ha tratado de interferir en distintas elecciones en Occidente, cómo la desinformación ha agravado la crisis política en Cataluña y argumentos para entender cómo el yihadismo y el islamismo radical utilizan la mentira para alcanzar sus objetivos, cuenta entre sus autores, además de con los propios Torres y Echeverría, con Guillem Colom Piella, Vicente Vallés, Nicolás de Pedro y David Alandete.