Tras la reciente crisis en Afganistán provocada por la retirada del ejército norteamericano y el anuncio de la alianza AUKUS, suscrita por Estados Unidos, Australia y Reino Unido para hacer frente a China en la región Indo-Pacífico, parece obvio que la Unión Europea necesita repensar su modelo de influencia.
Los altos mandatarios europeos ya han comenzado a trabajar en esta línea. De hecho, como aseguró el pasado mes de octubre Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, en el marco de un encuentro sobre seguridad y defensa de los 27 jefes de estado y gobierno de la Unión Europea, «2022 será el año de la defensa europea».
Como apuntó Michel, es necesario “aumentar la cooperación en Defensa a nivel de la UE», algo para lo que pidió en el mencionado encuentro «fortalecer la unidad» de los países de la Unión en torno a este tema. «Si podemos reforzar la Defensa común será bueno para la UE, para los ciudadanos europeos y para los socios y aliados».
Siguiendo esta misma línea, el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, ha presentado esta semana a los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de los países miembros la ‘Brújula Estratégica’. Un documento con la vocación de ayudar a los países de la Unión Europea a establecer una posición geopolítica común, y que plantea el desarrollo de las diferentes herramientas con las que alcanzar esta posición.
Entre ellas, como ya había anunciado Borrell, se encontrará una nueva fuerza de acción rápida que permita a la Unión Europea actuar “de manera autónoma, cuando y donde sea necesario”. Para Borrell, esta fuerza que constituiría la primera semilla de un ejército europeo, y que deberá estar lista antes de 2025, permitirá “actuar con mayor rapidez y decisión ante las crisis; proteger a nuestros ciudadanos contra las amenazas que cambian rápidamente; invertir en las capacidades y tecnologías que necesitamos, y alcanzar asociaciones con terceros para lograr objetivos comunes”.