Marruecos, nuestro vecino del sur, se encuentra inmerso en pleno reforzamiento de sus Fuerzas Armadas. Un esfuerzo presupuestario que en la última década se ha traducido en un aumento del 50% de su gasto de defensa, crecimiento que proyecta mantener hasta 2022.
Así lo contaba hace unos días ‘ABC’, en cuyo artículo se reseñaba que el país magrebí está adquiriendo una gran cantidad de carros de combate, aviones F-16, fragatas e incluso proyecta dotar a su Armada de un submarino. Todo esto, habiendo puesto en órbita hace menos de un años su primer satélite espía y con el reciente anuncio de que se implantará de nuevo el servicio militar obligatorio para ambos sexos en el reino alauí.
Una de las razones que explicarían este esfuerzo en materia de defensa es la carrera armamentística en la que compite junto a su vecino del este, Argelia, que prácticamente ha triplicado su presupuesto militar en la última década. La tensión que genera la cuestión del Sáhara entre ambos países sería uno de los factores que fundamentaría esta escalada.
Sin embargo, hay otra clave muy a tener en cuenta. Según explica el Coronel Juan A. Mora Tebas, analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), la proyección del conflicto Arabia Saudí-Irán también afecta a esta escalada militar marroquí.
Rabat ha intervenido en la guerra de Yemen, donde los saudíes combaten a los rebeldes hutíes, que a su vez cuenta con el apoyo de Teherán. En este contexto, Arabia Saudí concedió a Marruecos a comienzos de 2016 un préstamo de 22.000 millones de dólares para armamento.
Lo cierto es que Marruecos es el segundo país de todo el continente africano que más armamento importa, sólo por detrás de Argelia. En comparación, el gasto que dedica Marruecos en defensa en relación con su PIB es casi tres veces mayor que el de España: un 3,2% frente al 1,2%. Un gasto que se habría incrementado de 2.297 millones de dólares en 2007 a 3.461 en 2017, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI).