«España es el país de la Unión Europea en el que más personas han sido arrestadas en la última década en relación con el terrorismo yihadista; sin embargo, la amenaza está latente, como se ha podido observar con las detenciones de las últimas semanas. Una amenaza en la que ahora, más que nunca, interviene la figura de los retornados».

Con estas palabras contextualizó Carlos Echeverría la situación de amenaza continua que vive la Unión Europea, en general, y España, en particular, desde hace años por el terrorismo yihadista; y lo hizo el pasado 21 de junio en Madrid durante la presentación del informe ‘La amenaza de los retornados del Estado Islámico: una preocupación para España y para la Unión Europea’, del que es autor y que ha publicado el Instituto de Seguridad y Cultura.

Precisamente en estos días se cumplen cinco años de dos hitos clave en la historia reciente del yihadismo, tanto a nivel global como local: el 29 de junio de 2014, Abu Bakr al Baghdadi proclamaba desde la Gran Mezquita de Mosul el Califato del Estado Islámico, al frente del cual se situaba él mismo; unos días antes, la madrugada del 16 de junio, agentes de la Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía ejecutaban en Madrid la operación Gala, deteniendo a los miembros de la autodenominada Brigada Al Ándalus, que había enviado a cerca de una decena de combatientes a Siria e Irak para enrolarse en el Estado Islámico.

«En las últimas semanas hemos visto en todos los medios de comunicación la imagen de tres españolas y sus hijos en un campo de detención kurdo —explicó Echeverría—; pues bien, todas ellas fueron enviadas a Siria por la Brigada Al Andalus y suponen un buen ejemplo del problema que deben afrontar ahora España y la Unión Europea».

Un problema que, como explica el informe y como reseñó su autor, profesor de Relaciones Internacionales de la UNED y subdirector del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, «supera con creces las fronteras nacionales e incluso las europeas, pues se extiende a países vecinos como Marruecos —cuyas autoridades han cifrado en 1.669 el número de emigrados a Siria e Irak—, Argelia o Túnez» Echeverría recordó que, «en su momento de mayor esplendor, el embrión califal llegó a acoger a unos 30.000 combatientes, 5.000 de los cuáles procedían de Estados miembros de la Unión Europea«.

«Si bien España, sobre todo si se compara con Francia o Bélgica, no es uno de los países líderes en el envío de emigrados hacia las tierras del embrión califal, es importante destacar el semillero existente en suelo español, debido a la gran interrelación con sus adláteres en Francia y Marruecos», insistió Echeverría. A comienzos de este año, el Ministerio del Interior había identificado a 237 personas que se habían unido desde España a las filas del Estado Islámico en Siria e Irak, casi el doble de los 133 contabilizados en 2014 antes de la proclamación del Califato. Cifras, en cualquier caso, muy alejadas de los 960 que, hasta finales de 2017, habrían partido desde Alemania, de acuerdo con las autoridades germanas.

Es decir, que «el problema de España no es tanto cuantitativo como cualitativo, dado el perfil de esas personas y la capacidad de influencia que continúan manteniendo en España«, incidió Echeverría, quien señaló la última operación policial llevada a cabo hace unos días en Madrid contra una red siria de apoyo al Estado Islámico como ejemplo de dicha influencia.

En el recuerdo reciente quedan las imágenes de Muhammad Yasin Ahram Pérez, alias Abu Lais Al Qurtubi, El Cordobés, reivindicando en un vídeo los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017. Como recordó Echeverría, Ahram Pérez nació en Córdoba, donde vivió hasta los seis años de edad. En 2014, mientras su padre cumplía condena en Tánger por terrorismo, viajó junto a su madre, Tomasa Pérez Mollejas, y sus cinco hermanos a Siria para enrolarse en las filas del Estado Islámico.

«La amenaza no es sólo que esta gente regrese y continúe su actividad terrorista en España u otro país de Europa, también lo es la capacidad de inspiración que estos terroristas tienen para aquellos que no han logrado viajar a Siria o Irak», explicó Echeverría. El profesor señaló que «a dicho perfil, el del yihadista frustrado que decide actuar allí donde se encuentra, responden los autores del doble asesinato de dos turistas escandinavas degolladas cerca de Marrakech la madrugada del 16 de diciembre de 2018″.

Echeverría ejemplificó a su vez con las similitudes entre el ataque llevado a cabo el 24 de mayo en Lyon por Mohamed Hichem M. y los planes de Zouhair E. B., detenido en Rabat en una operación hispano-marroquí, que pretendía atentar en plena Semana Santa sevillana. «Este tipo de ataques fueron evocados por Al Baghdadi en abril en la que fue su primera aparición en vídeo tras la proclamación del califato en 2014″, recordó el profesor.

Como conclusión, Echeverría señaló que «el temido regreso al Magreb de alrededor de 7.000 ‘emigrados’ a Siria e Irak, junto a los 5.000 retornados del Estado Islámico que podrían volver a territorio europeo, supone un desafío a la seguridad para Europa y el Magreb sin precedentes que obliga a un necesario entendimiento y colaboración en busca de un objetivo común». Especialmente, teniendo en cuenta «sus múltiples aristas: los atentados que puedan cometer directamente estos retornados, pero también la influencia que personas con una enorme carga ideológica puedan ejercer en las prisiones«, espacios ya de por sí proclives a la radicalización.