«La desinformación es uno de los principales desafíos y amenazas que afrontan las democracias liberales occidentale». Esta afirmación de Nicolás de Pedro contiene la clave del problema que confronta, o debe confrontar, la Unión Europea y cada uno de sus Estados miembros entendiendo que no se trata de amenazas específicas a intereses particulares, sino que apuntan contra los principios rectores del sistema de democracias liberales que impera en Europa.
Esta es la principal conclusión de la mesa redonda Las estrategias de injerencia rusa: la respuesta de la Unión Europea que se celebró el 29 de enero en el Parlamento Europeo, en Bruselas. Organizada por el eurodiputado Jordi Cañas (Renew Europe / Ciudadanos) y con la participación del Instituto de Seguridad y Cultura, el evento contó con las intervenciones de Hanna Smith, directora de Planificación Estratégica y Respuestas del Centro Europeo de Excelencia para la Lucha contra las Amenazas Híbridas de Helsinki; Nicolás de Pedro, director de investigación y Senior Fellow de The Institute for Statecraft de Londres; y Alejandro Romero, CEO y fundador de Alto Data Analytics. Empresa de ciberinteligencia.
«La desinformación erosiona la credibilidad y legitimidad de las democracias liberales occidentales, dos elementos imprescindibles para su sostenibilidad y buena salud», recordó De Pedro, quien señaló que el desafío «impele al conjunto de la sociedad: todos somos potenciales vectores para la difusión de desinformación a través de nuestros móviles, ya sea con apps de mensajería o con nuestra actividad en redes sociales».
En este contexto, De Pedro enmarcó las estrategias de injerencia rusas al recordar que “uno de los objetivos prioritarios de Rusia con la desinformación es la deslegitimación de Bruselas y la Unión Europea». No es esta una estrategia novedosa pero, «en un marco de guerra política multidimensional, es un instrumento cada vez más presente en la acción exterior del Kremlin«. Un recurso de gran utilidad, dado que es «eficaz, barato y cuya autoría puede ser fácilmente ofuscada».
De Pedro recurrió a un símil que permite entender gráficamente las enormes ventajas que genera la desinformación como estrategia de desestabilización para Rusia: «Estamos jugando una partida de póker o mus, pero nosotros tenemos las cartas encima de la mesa y ellos las tienen bien cubiertas«. Dicho de otra manera, «Rusia opera por debajo del umbral de respuesta de quienes reciben sus ataques», lo que permite a Moscú «superar la desventaja que afronta en otros ámbitos como el militar convencional o el económico».
Ejemplos de esa desestabilización hay muchos, algunos menos conocidos como la injerencia rusa a través de estrategias de desinformación en procesos electorales en Polonia, Hungría y Alemania, hasta otros más conocidos como Ucrania o Cataluña.
De Pedro puso este último caso como ejemplo precisamente de ese objetivo de deslegitimación de la UE a través de la deslegitimación de sus miembros. «El procés no puede entenderse sin su dimensión informativa» explicó, al tiempo que ha mostrado diferentes ejemplos de cómo «distintos actores del ámbito ruso» interaccionaron en redes sociales durante la jornada del 1 de octubre de 2017. Actores entre los que se cuentan medios internacionales, medios rusos, políticos rusos, individuos como Julian Assange e instituciones como Wikileaks que «intervinieron con el objetivo de deslegitimar la democracia española ante los ojos del mundo».
Un fenómeno —el de Cataluña— que, como señaló Alejandro Romero, representa «el pasado» en lo que al uso de la desinformación se refiere, no tanto porque sus efectos hayan remitido como por el hecho de que fenómenos más recientes como las revueltas sociales que han estallado en los últimos meses en algunos países de Latinoamérica como Chile representen, por sus características, «el presente» en lo que a estrategias de desinformación se refiere.
En este sentido, Romero advirtió de que el futuro viene marcado por la aplicación de la Inteligencia Artificial a técnicas de desinformación e injerencia. No sólo con los llamados deepfake —vídeos manipulados en los que la tecnología permite suplantar a personas en situaciones falsas— sino especialmente con la tecnología que permite suplantar la voz de una persona a partir de grabaciones de tan sólo 10 segundos de duración.
Porque, como señaló Hanna Smith, «la revolución digital ha transformado radicalmente el panorama mediático», unos «cambios que son realidades y no deben rechazarse». Un escenario que implica que «ya no vivimos en la era de la postguerra fría, pero sí de la guerra híbrida».