La defensa y justificación del ataque ruso sobre Ucrania ha venido empujada por hilos narrativos que desarrollan una justificación histórica de la invasión y que apuntan a la necesidad de defender una esfera de influencia similar a la expuesta en la Doctrina Monroe, sobre la necesidad de protección del “patio trasero”. En esta teoría apoya Putin su discurso: la de proteger su área histórica de influencia, manteniendo el concepto de la Gran Rusia del siglo XVIII, aportado por Pedro el Grande.
La ciudad ucraniana de Kiev tiene enorme significado histórico-simbólico para Rusia y para la Iglesia Ortodoxa, en tanto que fue cuna de Vladimir I, gobernante medieval de la Rus de Kiev, un territorio que incluía los actuales territorios de Ucrania y Rusia que se convirtió al cristianismo hacia el siglo X. A Vladimir I se le considera padre fundador del primer estado ruso y de la Iglesia Ortodoxa rusa y, por tanto, eje de esa nueva civilización. Putin reclama, basándose en esta tradición, la unidad histórico-cultural de los pueblos de Rusia y Ucrania, herederos de un mismo liderazgo y unidad cristiana.
“Ucrania es una ficción que nunca existió”, incidió el mandatario ruso en uno de sus discursos del mes de enero, semanas antes de la invasión, alimentando una percepción de la realidad que justifica la guerra. Desde la Iglesia Ortodoxa de Rusia defienden el significado simbólico de un choque de civilizaciones: el mundo ruso, defensor de los valores tradicionales, frente a los ideales liberales de Occidente, “representados por el orgullo gay”. Aunque muchos de los sacerdotes ortodoxos se han mantenido al margen ante esta guerra de narrativas (por ejemplo, unos 300 religiosos ortodoxos rusos firmaron una carta pidiendo un alto el fuego inmediato), se advierte un enorme eje de influencia prorrusa que reclama la unidad y herencia histórico-cultural cristiana de Rusia.
Por otro lado, se han abierto investigaciones en el espacio digital y de las redes, donde también se han advertido estrategias de influencia narrativa. Por ejemplo, existe un interesante hilo analítico de Marc Owen Jones, catedrático en la Universidad de Durham y experto en desinformación y autoritarismo digital, que expone los hilos de influencia durante la guerra en Ucrania con un análisis sobre el asunto de las armas biológicas. Un análisis que, por cierto, ha llevado a la reprobación sobre los objetivos norteamericanos en la zona.
Por otro lado, la relación de Putin con su homólogo chino, Xi Jinping, ha ido cambiando a lo largo de las últimas semanas. Desde el encuentro que mantuvieron ambos a principios de febrero, donde confirmaron sus lazos de alianza frente a la influencia de Occidente, la situación ha cambiado. Ahora China mantiene un perfil bajo y cauto en su apoyo oficial a la invasión rusa. Sin embargo, es cierto que, ante la unidad político-económica demostrada internacionalmente en apoyo a Ucrania, ambas potencias pueden advertir un mensaje de amenaza a sus pretensiones de liderazgo mundial.
Comprender la narrativa de Putin sobre Ucrania es la clave para entender su línea estratégica, que supera el análisis de las acciones llevadas a cabo sobre el terreno.
Fuente de la imagen: El Confidencial