El yihadismo genera una cultura en torno al miedo como herramienta de control, dominación y proselitismo. Una cultura que afecta por igual a quienes viven sometidos a los designios de una sociedad yihadista y a quienes conforman su principal objetivo a batir: Occidente.
Éste es el resumen de la conferencia ‘La cultura del miedo como herramienta yihadista’, que ofreció Humberto Trujillo el pasado 20 de marzo en Córdoba. Una conferencia en la que se abordaron las principales características de dicha cultura, directamente relacionada con la creación de símbolos.
Por un lado, este Catedrático del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Granada explicó que «los yihadistas, al amparo de sus símbolos, emiten comportamientos que permiten alcanzar con éxito los objetivos, lo que refuerza al símbolo como elemento de poder, que a su vez refuerza los comportamientos terroristas». Es decir, hacen ver por qué luchan y cómo pretenden alcanzarlo, lo que retroalimenta su discurso y convierte a esos símbolos en los pilares de su cultura.
Es decir, que «la cultura y simbología yihadista genera mucha influencia, ya que le otorga a la persona con escasa autonomía y robustez psicológica certidumbre, poder e identidad, lo que condiciona sus creencias, roles y normas y, además, refuerza los valores asociados a sus símbolos».
Eso en lo que a los miembros de esa sociedad yihadista se refiere, porque «también genera hostigamiento a los no yihadistas, pues atenaza anímicamente a las personas con escasa autonomía y robustez psicológica que son ajenas a esa simbología, ya que les ocasiona incertidumbre, pérdida de poder, preocupación y miedo».
El símbolo es un elemento capital de la cultura yihadista y su instrumentalización debe de ser contrarrestada «mediante narrativas contundentes». ¿Y cómo se puede luchar contra esa narrativa yihadista? En palabras de Humberto Trujillo:
«Hay que reforzar símbolos como la Mezquita de Córdoba o la Alhambra con nuestros valores para evitar que se conviertan en iconos yihadistas».
Al Andalus es un elemento recurrente en la narrativa yihadista por su simbología y tras los atentados de Barcelona y Cambrils se vio cómo desde el autodenominado Estado Islámico se jugó además con la cercanía al presentar en la reivindicación de los atentados a un terrorista que se hacía llamar ‘El Cordobés’.
Se trata de «hacer caer en la cuenta que se haga lo que se haga será inútil, que el yihadismo es imparable, lo que genera indefensión y resignación; y que la amenaza es constante y realmente cercana en el espacio y el tiempo, lo que refuerza la percepción de indefensión».
Según explicó este experto, la estructura circular de esa cultura hace que «los hostigados -los no yihadistas o no partidarios del yihadismo-, emitan comportamientos de miedo ante los símbolos yihadistas, lo que aumenta la fuerza amenazante del símbolo, que a su vez refuerza el miedo».