«El Islam y la Democracia no son compatibles». Así de contundente se mostró recientemente en Córdoba Florentino Portero, Director del Instituto de Política Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, quien dejó claro que, en cualquier caso, dicha afirmación «no quita que un musulmán pueda asumir la democracia e integrarse en una sociedad de estas características».

Este historiador experto en Relaciones Internacionales ofreció el 19 de junio en la ciudad andaluza la conferencia ‘Democracia y modernización en el Islam’, organizada por el Instituto de Seguridad y Cultura, en la que analizó los retos que implica la modernización de las sociedades musulmanas y los conflictos que surgen entre los modelos islamistas y democráticos tanto en Occidente como en otros ámbitos geopolíticos.»

Teniendo en cuenta los mínimos exigibles relatados por este experto para considerar a una sociedad democrática –»Imperio de la ley, división de poderes, un Gobierno representativo resultado de unas elecciones limpias y respeto a las minorías»– resulta harto compleja la cohabitación de Islam y Democracia dado el hecho de que el islamismo impregna todas las esferas –pública y privada- de la sociedad.

Cabe pues preguntarse cómo debe abordarse pues la integración de los musulmanes en una sociedad como la española. La clave, según explicó Portero, es «encontrar el punto de equilibrio entre el respeto a su bagaje cultural y la asunción de los valores y principios rectores de nuestro ordenamiento constitucional».

En este sentido, este experto quiso hacer una reflexión en profundidad sobre lo que, bajo su punto de vista, es la raíz del problema. «No podemos exigir si no sabemos quiénes somos. España tiene hoy un serio problema de identidad que supone una debilidad crítica en el pulso contra el islamismo interior».

Un déficit que, según explicó, hace muy difícil conseguir alcanzar ese equilibrio entre bagaje cultural y valores y principios del orden constitucional. «Resulta muy difícil de llevar a cabo si nosotros mismos dinamitamos los cimientos de nuestro orden jurídico-político», insitió.