Javier Gil Guerrero es investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra, ha sido profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Francisco de Vitoria y la UNIR y está especializado en la política exterior norteamericana en Oriente Medio y en la historia contemporánea de Irán. Es además autor de la obra The Carter Administration and the Fall of Iran’s Pahlavi Dynasty (Palgrave Macmillan, 2016), traducida y publicada en Irán en 2019.

Charlamos con él sobre las claves geopolíticas y sociales de las revueltas que se han producido durante las últimas semanas en Irán.

Las revueltas que ha estallado en Irán, protagonizadas especialmente por mujeres, ha sido en respuesta a la muerte de Mahsa Amiri, una joven kurdo-iraní muerta después de haber sido detenida en Teherán por llevar mal puesto el velo. ¿Qué antecedentes históricos existen para que se haya alcanzado una respuesta social tan contundente contra las medidas restrictivas y abusivas de la Ley iraní?

Las protestas en Irán son algo recurrente desde hace 23 años. Empezando con las protestas estudiantiles de 1999 y siguiendo con las manifestaciones y disturbios por el resultado de las elecciones de 2009, la movilización de la sociedad iraní es algo que se ha vuelto cada vez más recurrente en los últimos 6 años: ha habido disturbios generalizados en 2017, 2019, 2021 y 2022. Así, mientras las grandes protestas ocurrían cada diez años, ahora se trata de un fenómeno que se repite prácticamente cada año. Las protestas de 1999 tuvieron su origen en el cierre de un periódico reformista, las de 2009 en el supuesto fraude electoral, las de 2017 por la mala situación económica, las de 2019 por el aumento de los precios del combustible, las de 2021 por la carestía de agua y electricidad y las de 2022 por el uso obligatorio del velo. Todas las protestas nacen de un hecho concreto, pero, al extenderse, adquieren un cariz distinto y mutan en una protesta contra el gobierno. Lo que las manifestaciones de los últimos años tienen de diferente es que han acabado siendo actos de contra el Líder Supremo, Jamenei, y el régimen de la República Islámica. A partir de un desencadenante concreto, por tanto, se ha acabado protestando contra toda la estructura y la esencia del régimen político. ¿Por qué esta aceleración en el ciclo de protestas? ¿Y por qué cada vez se centran más en atacar el régimen en sí mismo? Oriente Medio ha cambiado mucho en los últimos 20 años: muchas dictaduras han sido derrocadas, países como las monarquías del Golfo se han enriquecido hasta límites inimaginables, tabúes como el de la cooperación con Israel se han roto, los movimientos islamistas radicales han quedado en entredicho tras el fracaso de AL Qaeda e ISIS… en este panorama de transformación continúa, Irán ha permanecido inmóvil, anclado en el discurso de la revolución de Jomeini de 1979. La juventud iraní se siente cada vez más prisionera de un régimen inmovilista mientras ven que el resto del mundo prosigue su curso. Por otra parte, la política de sanciones económicas (“Máxima Presión”) de Trump ha dado sus frutos. La idea tras las sanciones es que alentarían a la población iraní a sublevarse contra el régimen, y eso es precisamente lo que ha estado ocurriendo en los últimos años. El poder adquisitivo de los iraníes se ha desplomado en la última década y su país cada está más aislado. En una situación tan delicada, cualquier “traspié” del régimen puede desatar un incendio. No fue por tanto muy inteligente lanzar una campaña para asegurar el respeto al velo islámico en medio de este clima tan tenso de precariedad y crisis económica.

La Policía de la Moral ha sido el organismo culpable de la muerte de Mahsa Amiri y de las enormes represiones sociales ¿Qué papel tiene este organismo y ante quién responde?

Irán no es el único país musulmán con una “policía de la moral.” La Muttawa saudita es el equivalente de la Patrulla de la Guía iraní. En sí misma, la Patrulla es de creación bastante reciente. Durante mucho años este tipo de tareas estaban en manos de los comités revolucionarios o de la gendarmería. Desde su establecimiento hace más de 15 años como entidad independiente y bajo la autoridad directa del Líder Supremo, la Patrulla ha estado acompañada de una gran controversia pública. En 2014, por ejemplo, el propio presidente de Irán, Rouhani, criticó una propuesta de ley para dar más poder a quienes vigilan por la moralidad pública. La ley fue eventualmente rechazada por el parlamento iraní. Durante el mandato de Rouhani la presencia de la Patrulla en las calles fue muchísimo menos y sus actuaciones mucho más comedidas. Por lo general, la Patrulla advierte a la persona implicada de su mala vestimenta o conducta, son infrecuentes los casos de multa y muchos menos los de detención. Todo esto empezó a cambiar con la elección de Raisi el año pasado. Preocupado con la pérdida del vigor y las esencias de la revolución islámica, su gobierno se empeñó en volver al espíritu originario de la República Islámica y aplicar la mano dura para evitar que siguiese el relajamiento social en lo relativo a la vestimenta y la conducta pública. Detrás de todo esto está el miedo a que, tras 40 años de revolución islámica, esta halla perdido fuelle y el carácter islámico de la sociedad iraní solo sea una fachada vacía de contenido. Se acerca un período de transición muy delicado (por la avanzada edad del Líder Supremo Jamenei) y el núcleo duro del régimen quiere evitar que esto tenga lugar en un clima donde la gente ya no se toma en serio la ideología del régimen.

¿Cuál está siendo el apoyo político y social en Irán a estas revueltas? ¿Existe a nivel nacional algún movimiento o grupo político que haya estado impulsando el cambio ante estas demandas sociales?

El apoyo a las protestas está siendo muy generalizado y con el paso del tiempo nuevo colectivos se han ido sumando a las protestas (transportistas, trabajadores de la industria petrolífera, pequeños y medianos comerciantes del bazaar…). También, las protestas no se han limitado a la capital o las grandes ciudades, sino que se están dando a lo largo de toda la geografía. No es por tanto una lucha limitada a las mujeres o los kurdos, tal y como el régimen trató de pintarla en un inicio. No existe, sin embargo, ninguna organización o coordinación centralizada de los manifestantes. El régimen ha sido muy hábil a la hora de descabezar y desmantelar cualquier organización opositora dentro del país. No hay por tanto una cabeza dirigente ni un líder declarado y reconocido que recoja todo este clima de malestar y lo canalice con una agenda de confrontación concreta.

Y a nivel exterior, ¿cuáles han sido los principales apoyos para impulsar la defensa de los derechos humanos en Irán? ¿Qué impacto ha generado esta situación en la política exterior de los países con Irán?

La principal consecuencia de los disturbios es que Biden lo va a tener muy complicado para volver a firmar un acuerdo nuclear con Irán. Este acuerdo se esperaba para septiembre, aunque luego se retrasó hasta después de las elecciones legislativa de noviembre en Estados Unidos. Sin embargo, estrechar la mano del régimen iraní mientras reprime las protestas es algo impensable ahora mismo. La administración Biden sigue decidida a llegar a un acuerdo, pero este tendrá que esperar a que todo se resuelva en Irán.

¿Se han replicado estas revueltas sociales en el resto de los países islámicos bajo estricta aplicación de la Ley?

Los vecinos árabes están probablemente contentos de ver a Irán en apuros. Un Irán inestable es un Irán con menos atención a la hora de desestabilizar la región. Sin embargo, tampoco están interesados en dar voz a las protestas o alentarlas, ya que ninguno de los países de la región quiere ver una réplica de lo que está ocurriendo en Irán dentro de sus fronteras.

Desde hace años, Irán presenta un perfil socio-político quebrado y desestabilizado, sin dar respuesta a las necesidades de su población ¿Cuáles son las claves del descontento social con la dirección del país? ¿Podríamos decir que nos encontramos ante una crisis de liderazgo y de la estructura político-religiosa del país?

Es frustrante para la población iraní ver como su gobierno destina recursos ingentes para las milicias en Yemen, Palestina, Irak, Siria o Líbano mientras ellos se empobrecen más cada año. La política hegemónica de Irán en la región ha ido acompañada de la destrucción de la clase media en Irán. Esto explica gran parte del resentimiento de la población, se siente rehenes de una política exterior que sólo les ha traído aislamiento y miseria.