La derrota militar del autodenominado Estado Islámico permite atisbar una realidad enormemente completa y peligrosa. De acuerdo con el ejército estadounidense, el número de terroristas del Daesh muertos asciende a más de 70.000.

Desde 2014, la organización liderada por Abu Bakr al Baghdadi ha perdido el 70% de su territorio en Irak y el 51% en Siria. En esta caída del autoproclamado califato islámico se está produciendo un éxodo de los llamados ‘combatientes extranjeros’, aquellos que, seducidos por las promesas de Al Baghdadi, abandonaron Europa para enrolarse en las filas de Daesh y ahora aprovechan su caída para escapar de vuelta a sus países de origen.

Según relata Pilar Cebrián, que cita datos del Centro Soufan, en los últimos tres años se han desplazado a Siria e Irak 40.000 de estos combatientes extranjeros. De estos, Europa habría aportado más de 5.000, siendo Francia el país que, con 1.910, más habría contribuido a engrosara las filas de los terroristas.

Fuentes policiales francesas aseguran que, hasta mediados de este año, más de 200 han regresado, pero tienen constancia de que otros 977 franceses están a punto de volver. Nos encontramos pues ante un fenómeno que acaba de iniciarse y cuya gestión supone un auténtico desafío para las autoridades nacionales y europeas.