«El procés no puede entenderse sin su dimensión informativa y, obviamente, las autoridades de la Generalitat han participado activamente en esta estrategia destinada a erosionar la legitimidad de la democracia española y ganar la batalla por el relato ante las audiencias europea y global”. Así lo afirmó Nicolás de Pedro, director de Investigación del Institute for Statecraft de Londres, el pasado 10 de diciembre en Barcelona .

«No es razonable, por ejemplo, que con un dinero público se financien representaciones en el exterior cuya principal, sino única, agenda es el ataque constante a la imagen de España», explicó De Pedro, para quien «lo más preocupante es la consolidación de una comunidad informativa, una burbuja o cámara de eco aparentemente impenetrable para cualquier discurso no independentista».

Este profesor e investigador es uno de los coautores del libro #Desinformación. Poder y manipulación en la era digital, editado por el Instituto de Seguridad y Cultura y la Editorial Comares, que se presentó el 10 de diciembre en el Col·legi de Periodistes de Catalunya. Un evento en el que participaron, además del propio De Pedro, Manuel R. Torres Soriano, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y coordinador de la obra, y Carlos Echeverría Jesús, subdirector del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de la UNED y coautor del libro.

En su intervención, De Pedro abordó el paralelismo entre los objetivos que persigue Rusia con su uso de la desinformación —»un instrumento cada vez más presente en la acción exterior del Kremlin«— y los que persiguen los líderes del procés. «En el último año o año y medio es palpable el giro en la posición del expresidente fugado Carles Puigdemont con relación a la Unión Europea», un giro que De Pedro pone en relación con «el objetivo prioritario del Kremlin: la deslegitimación de Bruselas y la UE en su conjunto». En este sentido, De Pedro puso de manifiesto la «asunción creciente de un discurso de tono antieuropeo por parte de Puigdemont en las entrevistas que ha dado a algunos medios estatales rusos y otros internacionales», lo que supone «un cierto paralelismo y un riesgo potencial de ser utilizado y manipulado por actores próximos al Kremlin».

En relación con Rusia, Manuel R. Torres explicó que «Moscú es coherente, pues mantiene una estrategia de manera sostenida desde hace décadas; lo que ha cambiado es que, desde hace unos años, sus operaciones de influencia son más agresivas y tiene una mayor tolerancia al riesgo«. Se trata pues de un continuum en el que «este tipo de operaciones nunca se han visto interrumpidas» pero que ahora Moscú «lleva a cabo de manera desacomplejada, hasta el punto de haber intentado influenciar algo tan sensible como el proceso electoral de otros países«.

En la presentación, Torres incidió en que «la desinformación no plantea novedad alguna«. Por el contrario, «el elemento disruptivo es la enorme efectividad que pueden adquirir estas acciones proyectadas en internet», lo que ha derivado en «una democratización del acceso a unos recursos que hace poco eran del dominio exclusivo de unos pocos Estados». Algo que provoca «que incluso las campañas peor diseñadas pueden beneficiarse de la eficacia de los mejores algoritmos«.

Esta paradoja ha permitido que muchos actores cuenten con una herramienta de injerencia que multiplica exponencialmente su acción e influencia, independientemente de su capacitación técnica. Y es que, como puso de manifiesto Carlos Echeverría, existen otras parcelas donde las campañas de manipulación informativa e injerencia juegan un elemento fundamental en la construcción de discursos, como es el caso del islamismo radical y el terrorismo yihadista.

«Cada vez que se evoca o se nombra algo relacionado con Al Ándalus se está señalando dónde hay que intensificar la labor de diseminación del islam», remarcó este experto en Relaciones Internacionales, quien insistió en que estos discursos “tienen una dimensión de injerencia redoblada«. En este caso, además, existe una dualidad en cuanto a los actores implicados. Por un lado, incidió Echeverría, grupos terroristas con menciones directas a Al Ándalus, «desde Ayman Al Zawahiri [Al Qaeda] hasta Al Qaeda del Magreb Islámico, Al Shabab o, más recientemente y con gran reiteración, el Estado Islámico». Y, por otro, «herramientas varias de propaganda y de predicación o Dawa instrumentalizadas por países del Golfo o Irán«. En relación con esto, Echeverría remarcó que «Qatar es un país particularmente activo, pues tiene múltiples herramientas de comunicación y una actitud particularmente incisiva», aunque, aclaró, «no es ni mucho menos el único«.

El libro, en el que se abordan las doctrinas militares que alimentan la «guerra informativa», ejemplos de cómo Rusia ha querido interferir en elecciones en Occidente, cómo la desinformación ha agravado la crisis política en Cataluña y argumentos para entender cómo el islamismo radical utiliza la mentira para alcanzar sus objetivos, cuenta entre sus autores, además de con los propios Torres, De Pedro y Echeverría, con Guillem Colom Piella, Vicente Vallés y David Alandete.