«Los combatientes extranjeros son personas muy motivadas, con experiencia de combate y con un aura que les hace destacar como soldados del Califato, y suponen un problema de especial relevancia para España, para otros países de la Unión Europea y para países árabes como Marruecos o Túnez». Así contextualizó Carlos Echeverría la dimensión de la amenaza que suponen los combatientes extranjeros que se unieron a las filas del Estado Islámico desde países europeos como España.

Echeverría, subdirector del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de la UNED y miembro del Consejo Académico del Instituto de Seguridad y Cultura, hizo estas declaraciones durante su participación en Pamplona en la jornada La amenaza de los retornados del Estado Islámico: una preocupación para España y para la UE, organizada el pasado 14 de febrero por Sergio García, investigador del I-Communitas – Institute for Advanced Social Research de la Universidad Pública de Navarra. Junto a Echeverría participaron, entre otros, representantes de la Policía Nacional, la Guardia Civil, el CNI, la Ertzaintza, la Policía Foral y el Gobierno navarro.

«España es el país de la Unión Europea en el que más personas han sido arrestadas en la última década en relación con el terrorismo yihadista; sin embargo, la amenaza está latente, como se ha podido observar en las detenciones de los últimos meses», explicó Echeverría durante su intervención, en la que hizo referencia al informe La amenaza de los retornados del Estado Islámico: una preocupación para España y para la UE, publicado por el Instituto de Seguridad y Cultura en el quinto aniversario de la proclamación en Mosul del Califato del Estado Islámico por Abu Bakr al Baghdadi.

«Si bien España, en comparación con Francia o Bélgica, no es uno de los países que lidera el envío de emigrados hacia las tierras del embrión califal, es importante destacar el semillero existente en suelo español, debido a la gran interrelación con sus adláteres en Francia y Marruecos», insistió Echeverría, en referencia al papel que juegan estos combatientes extranjeros como referentes para individuos susceptibles de ser radicalizados. «De ahí», incidió, «la necesidad de la unidad de acción del Estado».

Es decir, que «el problema de España no es tanto cuantitativo como cualitativo, por el perfil de esas personas y su capacidad de influencia en España», insistió este experto, quien recordó las imágenes de Muhammad Yasin Ahram Pérez, alias ‘Abu Lais Al Qurtubi, El Cordobés’, reivindicando en un vídeo los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017. «No es casual que el Estado Islámico escogiera a un cordobés para reivindicar su acción en Barcelona: este grupo ha manipulado la idea de Al Andalus y utiliza a Córdoba y su mezquita como referentes en sus campañas de propaganda», señaló.

A comienzos del pasado año, el Ministerio del Interior había identificado a 237 personas que se habían unido desde España a las filas del Estado Islámico en Siria e Irak, casi el doble de los 133 contabilizados en 2014 antes de la proclamación del Califato. Cifras, en cualquier caso, muy alejadas de los 960 que, hasta finales de 2017, habrían partido desde Alemania, de acuerdo con las autoridades germanas.

«La amenaza no es sólo que esta gente regrese y continúe su actividad terrorista en España u otro país de Europa, también lo es la capacidad de inspiración que estos terroristas tienen para aquellos que no han logrado viajar a Siria o Irak», explicó Echeverría. Esta amenaza «combina capacidades, intenciones y oportunidad, y dependerá de todo ello que alguno o algunos de los retornados puedan decidir pasar a la acción».

Capacidades, intenciones y oportunidades que van más allá de los propios combatientes y que «afectan a todo su ámbito familiar». Carlos Echeverría quiso señalar el peligro de «menospreciar la amenaza que suponen las mujeres e hijos de éstos, pues han sido igualmente radicalizados y han recibido entrenamiento, al igual que sus maridos».

Como conclusión, Echeverría señaló que «el temido regreso al Magreb de alrededor de 7.000 ‘emigrados’ a Siria e Irak, junto a los 5.000 retornados del Estado Islámico que podrían volver a territorio europeo, supone un desafío a la seguridad para Europa y el Magreb sin precedentes que obliga a un necesario entendimiento y colaboración en busca de un objetivo común». Especialmente, teniendo en cuenta «sus múltiples aristas: los atentados que puedan cometer directamente estos retornados, pero también la influencia que personas con una enorme carga ideológica puedan ejercer en las prisiones«, espacios ya de por sí proclives a la radicalización.