El primer ministro libanés, Saade al-Shami, ha declarado que el país se encuentra oficialmente en quiebra, tras la notificación del estado de bancarrota de su Banco Central.

El país lleva años agonizando a causa de una crisis económica acelerada por la inacción política, que ha agudizado los problemas sistémicos y estructurales de un país que no ha logrado estabilizarse después de la guerra civil de 1985 y la posterior guerra con Israel de 2006.

Además, la disputa entre Irán y Arabia Saudí ha consumido la estabilidad del Líbano. El país ha recogido, por su posición estratégica en el Levante, las consecuencias de la guerra de influencias regional empujadas por ambas regiones (aproximadamente, el Líbano cuenta con un 25% de población suní y un 29% de población chií; esta última, está especialmente ubicada en las áreas dominadas por el grupo Hezbollah, en el sur, en la frontera con Israel, y el noreste del país, en la frontera con Siria).

Por otro lado, la guerra en Siria movilizó alrededor de 1,5 millones de refugiados sirios al Líbano,  que ya acoge a medio millón de palestinos, provocando una fuerte desestabilización en términos económicos y sociales. No olvidemos que se trata de una región con una población total de tan solo 4,5 millones de habitantes, de los que casi la mitad son refugiados.

De igual manera, conviene destacar que el ejército libanés y las capacidades de seguridad y defensa del Líbano -independientemente del apoyo de la fuerza de representación de la ONU en la misión de UNIFIL- se demuestran obsoletas frente al grupo de Hezbollah, reforzado tras la guerra de Siria. Por esta razón, el país permanece dependiente del suministro de material de Defensa desde Estados Unidos y Francia, principalmente, aunque cabe apuntar la existencia de una creciente comercialización desde Rusia para la modernización de sus capacidades, frente al material obsoleto dotado desde Occidente.

El Líbano, a pesar de su crisis económica, es uno de los que más tierras cultivables presenta en la zona de Asia Central (con casi el 65% de área agrícola), aunque su uso está supeditado a las disputas locales y la falta de gestión nacional de los recursos. Además, es uno de los pocos países de Oriente Medio con superávit hídrico, lo que favorecería el cultivo intensivo en zonas deprimidas del país. En cuanto al consumo de energía, es 90% dependiente de recursos fósiles (principalmente desde Irán e Irak, aunque está en negociaciones para adquirir también energía desde Jordania y Egipto), sin haber desarrollado ningún tipo de alternativa.

Por lo tanto, la falta de infraestructura nacional, la pesada burocracia, los altos niveles de corrupción y la inacción política imposibilitan la utilización estratégica de sus capacidades y la atracción de la inversión extranjera.

Con la explosión sufrida en el principal puerto del país de acceso a recursos (el de Beirut) en agosto del 2020, el impacto económico y de suministro provocado por la pandemia y la devaluación creciente de la moneda libanesa (ha perdido el 85% de su valor desde el 2019), el