Un reciente informe de la inteligencia estadounidense ha revisado a la baja las estimaciones sobre la viabilidad y esperanza de vida del actual Estado afgano. Si previamente los analistas estadounidenses consideraban que el Gobierno de Kabul podría resistir los avances talibñan durante al menos dos años, ahora opinan que es posible que en seis meses los talibán conquisten Kabul. La caída de la capital supondría el colapso definitivo de todo el Estado afgano.

Este cambio en las estimaciones llega después de que los talibán hicieran importantes avances, asediando decenas de pueblos y ciudades y conquistando territorio en el norte del país. En numerosas ocasiones, las Fuerzas Armadas afganas, como es habitual, se rindieron o huyeron sin luchar, abandonando sus armas y vehículos, que han sido tomados por los insurgentes.

Un vídeo, cuya autenticidad no ha sido confirmada por las autoridades afganas, muestra a los talibán tras haber conquistado una base militar que contiene municiones, armas ligeras, numerosos vehículos de transporte, entre ellos Humvees y transportes acorazados, vehículos de combate de infantería y piezas de artillería. Otro vídeo mostraría una columna de Humvees del ejército afgano en poder de los talibán después de que los soldados se rindiesen sin luchar. En esta ofensiva relámpago, los talibán también habrían tomado el principal puesto fronterizo con Tayikistán, forzando a cientos de tropas afganas a buscar refugio al otro lado de la frontera.

La poca o nula efectividad de las tropas afganas se explicaría por el estado de abandono que sufren por parte del Gobierno de Kabul, que frecuentemente tarda meses en pagar a sus soldados. A pesar de que sobre el papel las Fuerzas Armadas afganas, que tienen 226.000 hombres y han sido entrenadas por Occidente durante dos décadas, deberían ser capaces de defenderse frente a los talibán, la realidad sobre el terreno es muy diferente.

La grave situación militar estaría llevando, por un lado, a las comunidades locales afganas a formar sus propias milicias y al Gobierno afgano a hacer uso de ellas para frenar el avance talibán ante la incapacidad de sus fuerzas de seguridad. Por otro lado, los señores de la guerra, que en 2001 ayudaron a EEUU a tumbar el régimen talibán, estarían ganando cada vez más poder y reclutando milicianos bajo la bandera de los muyahidines. En algunos casos, estos señores de la guerra, que son antiguos muyahidines y en los 90 vivieron una situación similar, estarían luchando junto al Gobierno de Kabul, pero en la mayoría de las ocasiones simplemente defienden sus propios ‘reinos feudales’, compuestos generalmente por las minorías uzbekas y tayikas. Así, las autoridades occidentales consideran que un escenario probable tras la retirada es una guerra civil entre múltiples bandos.

Una de las provincias en las que los civiles han tomado las armas es Herat, con presencia española durante largo tiempo y actualmente escenario de combates por el avance talibán. Los insurgentes habrían tomado control de la autopista entre Badghis y Herat y dañado otras infraestructuras. Además, Badghis, que tambien estuvo bajo control español, estaría viviendo una situación similar a la del resto del norte.

Mientras tanto, EEUU y la OTAN continúan con su retirada para cumplir con la fecha límite del 11 de septiembre marcada por el presidente estadounidense, Joe Biden. Esta posición se ha visto reafirmada durante la visita del presidente afgano, Ashraf Ghani, a Washington. A pesar de que Biden haya prometido apoyo al Gobierno de Kabul después de la retirada occidental, ha quedado claro que la única prioridad estadounidense es salir de Afganistán.

En estas últimas semanas, la Casa Blanca ha redoblado sus esfuerzos para resolver el cuello de botella que se ha formado con la evacuación de hasta 50.000 afganos y sus familias que han colaborado con la misión estadounidense y que sufrirán represalias si los talibán les capturan. Las únicas tropas que se quedarán después del 11 de septiembre de EEUU serán 650 soldados para proteger la Embajada, pero incluso con esta guarnición hay preocupación por la seguridad de la delegación después de la retirada y por la capacidad de EEUU de mantenerla abierta en el futuro. Otros países como Australia han decidido cerrar sus embajadas. No hay información sobre el futuro de la legación española.

La realidad es que la retirada de EEUU supone la victoria de los talibán y que ninguna de las iniciativas de paz auspiciadas por la Casa Blanca va a tener efecto, porque los talibán son conscientes de que sólo tienen que esperar. Las negociaciones de paz entre la insurgencia y el Gobierno afgano que consiguió la Administración Trump no han producido resultado alguno y los talibán son muy explícitos sobre sus victorias y sus planes para tomar el control de todo el país y refundar el Emirato. Por último, la derrota estadounidense es mayor teniendo en cuenta que la victoria talibán va a reforzar a Al Qaeda, cuya expulsión de Afganistán y desmantelamiento fue la razón principal por la que EEUU intervino en el país asiático.

En EEUU ya abundan las comparaciones con Vietnam y con la caída de Saigón en 1975 y hay miedos reales de que se repitan las escenas que se vieron en la Embajada en Saigón. Lo cierto es que estas comparaciones pueden resultar pertinentes: al igual que en Vietnam, EEUU ha estado involucrado durante dos décadas en un conflicto en el que tanto los objetivos políticos como la estrategia perseguida han sido en el mejor de los casos inviables y en el peor inexistentes. Al igual que en el caso de Vietnam, en el que los famosos Pentagon Papers demostraron el fracaso de las políticas y estrategias estadounidenses, estos errores en las dimensiones política y estratégica de la guerra de Afganistán explican cómo es posible que EEUU se retire derrotado de un país en el que no ha perdido una sola batalla.