La reunión del G7 en Londres el pasado 4 de junio dejó varias conclusiones importantes y una de ellas fue el anuncio de que el Grupo de los Siete se comprometía a donar 1.000 millones de vacunas a países en vías de desarrollo a lo largo de los próximos 12 meses, con el objetivo de alcanzar las 2.300 dosis donadas para finales de 2022. Con esta decisión, se confirma que las potencias occidentales van a implicarse definitivamente en la diplomacia de vacunas, algo que otros países como China o Rusia llevan meses promoviendo. Sin embargo, la decisión ya fue recibida con críticas por «insuficiente«, pues las OMS considera que hacen faltan 11.000 millones de vacunas para vencer al virus.
Estados Unidos y sobre todo la Unión Europea han ido con retraso en el asunto de la diplomacia de vacunas. Ambos bloques han estado centrados en el desafío de controlar el virus a nivel doméstico, para lo que Washington, por ejemplo, decidió dar prioridad absoluta a la vacunación de su población. En este sentido, el limitado suministro de vacunas durante seis meses ha sido un factor clave a la hora de que países como EEUU y Reino Unido eligieran proteccionismo frente a solidaridad internacional. Por ello, sólo ahora que en Washington han tenido sus primeros éxitos vacunando a su población ha decidido la Casa Blanca desplegar todo su poder exterior para combatir a China y Rusia en el frente de las vacunas.
La Unión Europea es un caso un especial, no sólo por la sucesión de fracasos gestionando la pandemia y errores a la hora de asegurar su propio suministro de vacunas, sino por el hecho de que, a diferencia de Reino Unido y EEUU, Bruselas no impuso controles a la exportación de vacunas por lo que durante meses ha exportado 200 millones de dosis a otros países. Durante un tiempo, estas exportaciones fueron mayores que las dosis administradas en Europa, pero Bruselas no ha sabido comunicar este hecho con la misma efectividad que el resto de potencias mundiales y ha permitido que la imagen de la UE se vea gravemente perjudicada desde el inicio de la pandemia. Ahora que el suministro supera a la demanda, y a rebufo de la administración Biden, parece que Bruselas va a llevar a cabo una gran campaña de solidaridad internacional evitando repetir los errores del último año, que han provocado que Bruselas no reciba ningún reconocimiento internacional por haber permitido la exportación de vacunas.
Mientras tanto, países como China, Rusia y, más recientemente, EEUU han realizado grandilocuentes gestos de solidaridad tanto con la diplomacia de mascarillas en los primeros meses de 2020 como con la diplomacia de vacunas y han visto cómo su reputación e influencia mejoraba a nivel global e incluso dentro de la UE. La gran paradoja es que la batalla por la narrativa mundial la están ganando China, cuyas vacunas son menos efectivas que las occidentales, Rusia, que está teniendo graves problemas para vacunar a su población, y EEUU, que mantuvo una dura política proteccionista tanto con Trump como con Biden y que sólo recientemente se ha mostrado solidario con otros países.
China y Rusia han seguido un claro programa político con sus vacunas, priorizando el envío de vacunas al exterior por encima de la vacunación de sus poblaciones. Con Sputnik V, Rusia ha conseguido crear un nuevo frente de división dentro de la UE, especialmente en países como Hungría o Eslovaquia, y ha amenazado tanto la estrategia de vacunación de Bruselas como la soberanía sanitaria europea. A esto se le ha unido una gran campaña mediática, promoviendo a Moscú como un gran gestor de la pandemia, aunque la realidad indique lo contario, así como una campaña de desinformación en Europa y EEUU para sembrar miedo y dudas sobre las vacunas occidentales.
Así pues, está claro que la diplomacia de vacunas rusa y china ha ido acompañada de agresivas campañas de desinformación, demostrando los claros objetivos políticos de Pekín y Moscú y el claro uso de las vacunas como instrumentos estratégicos de su política exterior. Por su parte, China ha desplegado sus vacunas tanto en los países en desarrollo como en Europa, con los casos de Serbia, Hungría y Turquía como claros ejemplos. El caso de China es de más relevancia que el de Rusia por su alcance, pues Pekín aprovechó los primeros meses de 2021, mientras todos los países en desarrollo y la mayoría de los desarrollados tenían problemas para abastecerse de vacunas, para inundar el mundo con sus vacunas Sinovac, SinoPharm y CanSino.
Para concluir, la diplomacia de las vacunas no es un asunto asilado del resto de la política internacional. La pugna entre EEUU y China, el conflicto por Taiwán y la investigación de los orígenes del virus, así como la enemistad de Rusia hacia la Unión Europea, son los principales factores que explican las políticas de cada país.