En este análisis se pretende recoger una serie de claves estratégicas que hagan comprender las características del escenario de conflicto en Ucrania y su proyección futura. Partiendo de la situación actual, es necesario, antes de nada, echar la vista atrás para identificar las causas que alimentaron la escalada del conflicto y la construcción del relato. Un análisis que nos servirá también para conocer las líneas estratégicas de los principales actores involucrados.

El presidente Yanukovich junto a Vladimir Putin
Análisis exploratorio: claves históricas en la escalada del conflicto

Para comprender los procesos de escalada del conflicto hasta la configuración del actual escenario, tomaremos como punto de partida la declaración de independencia de Ucrania como estado soberano en 1991. Finalizaremos la línea temporal con la actualización de los principales hitos de estos últimos meses, y señalaremos las dos fechas futuras que pueden influir en la evolución de las relaciones entre los principales países afectados: la próxima cumbre de la OTAN en Madrid (junio 2022) y las próximas elecciones presidenciales de Rusia (2024).

El análisis exploratorio demuestra como claves en la escalada inicial del conflicto la vulnerabilidad sociopolítica y estructural de Ucrania en su proceso de construcción como nación soberana y su desvinculación de Rusia. Los problemas de corrupción interna y la todavía fuerte influencia de grandes oligarcas en la línea prorrusa aceleraron la crisis interna y la vulnerabilidad en la formación del Estado. Esto se advirtió especialmente en la Revolución Naranja, con la destitución del entonces presidente Kuchgate.

Este periodo de apertura supuso igualmente el inicio de una competencia entre Europa y Rusia por la dirección ideológica y política del país. En estos primeros momentos, Europa estableció una primera aproximación hacia Ucrania a través del Tratado de la Comunidad de la Energía, en el plano económico, y de la Asociación Oriental, en el plano político.  

Fue en la segunda fase histórica, a partir del 2010, y con la nueva presidencia ucraniana de perfil prorruso (el presidente Yanukovich), cuando aumentó la tensión competitiva entre la línea europea y Rusia. Una tensión que se materializó especialmente en las acciones económicas estratégicas vinculadas al sector energético y en la estrategia rusa de evitar el paso por Ucrania para abastecer a Europa, con la inauguración del Nord Stream 1 y el acercamiento estratégico de Rusia a Alemania. Una acción, esta última, que vino aparejada de movimientos militares de muestra de fuerza y contención de la amenaza (las maniobras militares rusas de Zapad y la nueva doctrina de Defensa rusa, y la aprobación del RAP y el HRF en el flanco oriental de la OTAN).

Es precisamente en 2014, a partir de la nueva Doctrina de Defensa de Rusia, cuando se produce un giro en los acontecimientos. Rusia empieza a mostrar una actitud ofensiva a través de acciones de influencia y de guerra híbrida en las áreas de mayoría eslava y de línea prorrusa, en un esfuerzo por mantener el pulso a la competitividad de Europa y la OTAN en su relación con las zonas exsoviéticas. Con el referéndum en Crimea (con una participación del 82,7%, cerca del 97% de los votantes optó por la anexión a Moscú), y la consiguiente declaración de independencia de las Repúblicas del Donestk y Lugansk, provocada por los cortes al suministro de agua a la Península de Crimea llevados a cabo por Ucrania, comienza a formarse un escenario de desestabilización del área y de potenciación de las acciones híbridas de Rusia, con el objetivo de lograr la total adhesión y vinculación de las áreas prorrusas a la zona de influencia de Moscú.

La anexión de Crimea, la guerra en el área del Donbás y el derribo del avión Boeing 777 sentaron un precedente para la apertura de la mesa de negociaciones entre Rusia, Ucrania y los principales representantes europeos, Francia y Alemania (el Cuarteto de Normandía); a partir del 2014, con los Acuerdos de Minsk I y II, se estableció lo que serían las bases del diálogo para alcanzar un alto el fuego y lograr una pacificación de las relaciones; no obstante, la incapacidad de llegar a un acuerdo (especialmente en los puntos referentes a la reforma constitucional de Ucrania en relación con las provincias del este y al desarme y retirada de armamento pesado), empujó a Rusia a un acercamiento político-económico hacia China (el Turkish Stream y el Power of Siberia) para buscar alternativas a su dependencia estratégica con Europa.

Foto del acuerdo Minsk II, en el que los gobernantes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania buscaron aliviar la guerra del Donbás

A partir de otros acontecimientos claves de violación de derechos humanos por parte de Rusia (en el 2019 con el envenenamiento en territorio británico de Sergey y Julia Skripal, y posteriormente en el 2020 al opositor Navalni), y del aumento de presencia militar en la frontera (alertado por un informe de Inteligencia de Estados Unidos como una clara intención de invasión de la zona oriental de Ucrania), Europa tomó medidas drásticas y mostró un cambio de actitud y de narrativa en su relación con Rusia que derivó en medidas de condena y aislamiento (declaración parlamentaria europea, resolución europea de condena a Rusia y la nueva estrategia europea hacia Rusia de 2021). Esta nueva posición, más contundente, de Europa, silenció los intentos de Rusia de presentar una propuesta de garantía de seguridad con la OTAN, con la que buscaba negociar la reducción de la influencia y presencia militar de la Alianza en el flanco oriental. Esto empujó a Moscú a mostrar su decisión de defender sus líneas rojas y de establecer una “zona buffer” frente a la expansión europea y de la Alianza.

Identificación de variables en el análisis del problema
Imagen de edición propia. Instituto de Seguridad y Cultura

Se advierte, por tanto, que para generar una unidad estratégica competitiva será necesario retomar el sentido y significado de una unión y dirección compartidas: un retorno al sentido fundacional de los organismos de alianza (Unión Europea, OTAN…), unido a la recuperación de una vocación estratégica de futuro que sea capaz de competir con el bloque de alianzas orientales en la carrera por ganar autonomía, influencia y desarrollo socioeconómico.

Conclusiones y análisis estimativo

Esta situación de escalada, acelerada por la imposibilidad de alcanzar un acuerdo teniendo en cuenta las líneas rojas de los actores, la lenta transformación estructural político-económica de Ucrania (con una muestra de vulnerabilidad ante la cultura de corrupción interna, la poderosa influencia de oligarcas y sin una visión compartida clara de identidad y proyección estratégica), además de las divergencias europeas y de Estados Unidos acerca de la relación con Rusia, presenta una situación que estará, por mucho tiempo, condenada a la fricción y a la dirección enfrentada por lograr una autonomía estratégica y un poder dominante y contundente en la región.

La Europa dormida ha quedado atrás, muestra de una movilización masiva, coordinada y unitaria de los países de la Unión y de la opinión pública por primera vez vista desde hace mucho tiempo. Por su parte, Rusia ya ha tomado la decisión de afianzar su mirada hacia Asia para sustentar su papel dominante internacional y para asegurar la salida de su principal recurso estratégico (la energía).

El cierre de Europa a cualquier relación favorable con Rusia supone una amenaza a su poder dominante en la región y a la protección de sus áreas de influencia heredadas de la Historia eslava.

Habrá que esperar a ver si en el largo plazo el alineamiento de Rusia con China es favorable para todos los actores, por lo que este podría suponer en la relación de vecindad para Europa en su flanco oriental y por la competitividad de China en la esfera global.