El incremento en la inestabilidad mundial y el enfrentamiento entre las grandes potencias por el dominio del escenario económico y de influencia hicieron que en 2020 -el año en que comenzó la pandemia- el gasto mundial en Defensa creciese un 2,6%, según un estudio publicado por el Instituto de Estudios de la Paz de Estocolmo (SIPRI); un resultado que representa el mayor incremento desde la crisis financiera y económica del 2009. Los cinco países que encabezan esta lista son Estados Unidos, China, India, Rusia y Reino Unido, representando entre los cinco el 62% del gasto militar mundial. La inversión norteamericana destaca por encima del resto, con un gasto de 778.000 millones de dólares (un 3,7% de su PIB), pero en segundo lugar podemos encontrar ya a China, con un gasto de 252.000 millones de dólares (1,7% de su PIB).

En el marco de esta carrera armamentística entre las grandes potencias, China ha anunciado en la sesión inaugural de la Asamblea Popular Nacional un incremento de un 7,1% de su gasto en Defensa para este año 2022, a pesar de la desaceleración de su economía (una inflación del 3% y un déficit presupuestario del 2,8%). Un incremento que se produce en un escenario, tanto interno como externo, cuanto menos inestable: desde la presión generada por la presencia militar naval norteamericana en el Mar Meridional, a la disputa competitiva regional con India, las aspiraciones de Taiwán, o la necesidad de proteger sus intereses comerciales en el exterior y asegurar su posicionamiento e influencia mundial. El Gobierno chino defendió la necesidad de modernizar su ejército y reforzar las capacidades defensivas, centrando esta inversión en la modernización de sus sistemas logísticos y de gestión, en innovación en tecnología y ciencia militar y en adiestramiento. Esto acompaña al objetivo de crecimiento económico de un 5,5% para el próximo año.

Al mismo tiempo que se produce este anuncio por parte de China, Joe Biden espera pedir igualmente en el Congreso de Estados Unidos un aumento de la inversión en Defensa. Se espera, por tanto, un pulso de crecimiento económico y militar entre ambas potencias. En el caso de China, por superar la separación competitiva con respecto a Estados Unidos, y en el de Estados Unidos, por mantener su posicionamiento en el liderazgo competitivo mundial.