El pasado 8 de marzo tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid un diálogo entre el General de Brigada Miguel Ángel Ballesteros, Director del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) y el periodista Ignacio Cembrero sobre la radicalización y el yihadismo.

El General Ballesteros comenzó su exposición aludiendo al terrorismo yihadista como un “fenómeno reciente”, dado que los expertos sitúan al primer grupo que puede ser catalogado como tal en 1988 con la fundación de Al Qaeda por Osama Bin Laden. En este sentido, aclaró que Al Qaeda (La Base, en árabe), lejos de ser una creación de Estados Unidos como se ha llegado a argumentar, surgió a raíz de la guerra de Afganistán en los años 80, cuando se “llamó a la Yihad” a los musulmanes como estrategia para resistir a la invasión soviética.

Las teorías del escritor e intelectual egipcio Sayyid Qutb inspiraron a Osama Bin Laden y al grupo terrorista que financió y creó. Qutb argumentó a mediados del siglo XX que hay que “separar a Occidente del mundo musulmán” mediante la Yihad. Estas ideas sirvieron de base para que Pakistán y Arabia Saudí emprendieran una suerte de contraofensiva apoyando y financiando en tierras afganas a combatientes musulmanes, que previamente recibían formación en campos de entrenamiento al norte de Pakistán.

Terrorismo yihadista global

La derrota de los soviéticos supuso un gran éxito para Bin Laden y sus seguidores, lo que llevó a crear definitivamente Al Qaeda con el fin de evitar la expansión de Occidente en el mundo musulmán, siempre con las teorías y escritos de Sayyid Qutb como referente. Es a partir de entonces, tras los primeros atentados, cuando se empieza a hablar de terrorismo yihadista global, concepto acuñado por Ayman al Zawahiri, entonces mano derecha de Bin Laden y, tras su muerte, nueva cabeza de la organización terrorista.

El 11-S fue un punto de inflexión a partir del cual comenzaron a crecer el número de grupos terroristas inspirados en Al Qaeda y en las teorías de Qutb, especialmente en el norte de África y en Oriente Medio. Uno de ellos, el autodenominado Estado Islámico, conocido como Daesh en el mundo árabe, nació precisamente de la escisión de Al Qaeda.

Su fundador fue Abu Musab al Zarqaui, un jordano ex combatiente en la guerra de Afganistán que regresó a su tierra natal para expandir la ideología yihadista. Tras fracasar en el intento, se marchó a Irak, donde se rodeó de ex combatientes de Afganistán y ex miembros de las Fuerzas Armadas del régimen de Saddam Hussein.

Se instaló en Mosul y comenzó a planear y ejecutar sus primeras acciones, bajo el nombre de Al Tawhid wal Yihad (Monoteismo y guerra santa). En octubre de 2004, el grupo liderado por Al Zarqaui juró fidelidad a Osama Bin Laden. Al Zarqaui murió en 2006 en un bombardeo estadounidense y para entonces su grupo, el Estado Islámico de Irak, ya controlaba áreas geográficas y poblaciones. La ruptura definitiva con Al Qaeda se produjo en 2013.

Más allá de la derrota militar

Tras contextualizar la evolución del yihadismo, el General Ballesteros explicó que hay tres tipos de Yihad: la personal, que implica cumplir con los preceptos islámicos para mejorar cada día como musulmán; la defensiva, el deber de todo musulmán de defender las tierras del Islam cuando son invadidas por no musulmanes; y la ofensiva, que implica la invasión y conquista de nuevos pueblos y territorios para la causa de Alá. Ballesteros quiso destacar que, mientras que la Yihad defensiva es un precepto que obliga a todo musulmán, en el caso de la ofensiva no existe dicha obligación.

Finalmente, el Director del IEEE quiso recalcar que “la derrota militar del Daesh no supone su derrota definitiva” y que es necesario definir con claridad una estrategia para acabar con el yihadismo a partir de tres objetivos: en primer lugar, la derrota militar del Daesh; en segundo, evitar la reagrupación de combatientes del Daesh en zonas santuarios con escaso o nulo control por parte de los estados, como el Sahel; y, en tercer lugar, evitar la radicalización de jóvenes, tanto en Europa como en países de mayoría musulmana.

El yihadismo en España

Por su parte, Ignacio Cembrero, experto en el Magreb, centró su análisis del terrorismo yihadista en España. En más de 10 años, a 31 de diciembre de 2016, el número de sospechosos detenidos asciende a 700. Muchos de ellos, investigados por difundir propaganda yihadista en redes sociales y reclutar combatientes para luchar junto al Daesh en Siria e Irak. El periodista destacó que, pese a ello, se estima que sólo unos 200 españoles o residentes en España han viajado a estos territorios para combatir en las filas del autoproclamado Estado Islámico.

Cembrero advirtió que, a pesar de que el nivel de alerta antiterrorista declarado es alto (nivel 4 de 5), se está extendiendo un alarmismo que consideró innecesario desde círculos políticos, periodísticos, el Ministerio del Interior y a partir de la detención de algunos musulmanes por conductas cercanas al yihadismo.

El periodista quiso señalar que, al contrario que en otros países como Bélgica o Francia, donde han aumentado las detenciones y las incautaciones de armas y explosivos, en España la situación no es tan grave. Algo que, explicó Cembrero, se debe principalmente a dos razones: la hiperactividad y eficacia con la que están trabajando las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con respecto al yihadismo, y el hecho de que la inmigración musulmana haya llegado más tarde a España en comparación con otros países europeos, lo que hace que mucha población musulmana española pertenezca aún a la llamada ‘primera generación’.

Cembrero destacó que, pese a la situación española, con escasos incidentes o atentados yihadistas, es necesario mantener la cautela e hizo un llamamiento a “reflexionar sobre qué medidas se pueden tomar para evitar la radicalización de los jóvenes pertenecientes a la segunda y tercera generación de inmigrantes musulmanes que está por llegar”.